La Sala de Ensayo me pertenece, es mi espacio. Yo creé este sitio para expresarme públicamente sobre muy diversos temas, para liberar pensamientos, críticas, emociones y todo lo que una persona común como yo puede sentir. La Sala de Ensayo es mi casa en todo el sentido de la expresión.
Desde octubre de 2009 esto lo he venido haciendo más o menos bien, creo yo. Y el abanico de temas también ha sido variado, como pueden constatar si se dan una vuelta por todos los posts.
Es a través de todos esos posts como pueden deducir qué es lo que pienso, qué opino y cómo soy. No me lo pregunten: dedúzcanlo mientras me leen.
En diferentes contextos he dejado claro que soy liberal. Precisamente por eso no acepto que se me haga exámenes de conciencia, de ninguna manera responderé a inquisidores de mi intimidad. Yo hablo lo que quiero y lo que quiero callo. Así de fácil. Esa es mi mayor expresión de libertad e invito a todos mis visitantes a disfrutar ellos mismos de ese grado de libertad.
Pero la libertad es ante todo una convicción personal. Esto es indispensable, vital. Sin dicha convicción es imposible ejercer la libertad individual y viviremos teniéndole miedo, desconfianza y hasta rechazo. ¿Sabían ustedes que no todos los negros querían que se aboliera la esclavitud? En efecto, muchos de ellos temían a la libertad porque no sabían qué hacer con ella, lejos de un amo que los dirija y mantenga. Era un miedo tan terrible como lógico, pero había que sobreponerse a ese miedo y vencerlo. Hoy, a la luz del tiempo, no hay negro que quiera volver a ser esclavo.
La libertad individual, a contrapelo de lo que alegan los fundamentalistas religiosos respecto a nosotros los liberales, es apenas una de las caras de la moneda: La otra cara es la responsabilidad individual. Los talibanes de la religión han pretendido caricaturizar nuestra libertad por medio de imputar que existe como trasfondo el deseo de una vida disoluta, sin responsabilidad y sin rendición de cuentas. O lo desconocen o mienten quienes dicen eso.
Les propongo a todos los visitantes –por supuesto, sin controlarles ni monitorearles- que leamos todo cuanto podamos sobre dos corrientes de pensamiento: El Naturalismo y el Liberalismo.
Sé que los cristianos que disfrutan de usar anteojeras dirán que son simple conocimiento humano, imperfecto y desechable. Y usarán hábilmente textos bíblicos para gratificarse en esa declaración. Más fácil sería admitir que les da flojera leer y consecuentemente pensar por sus propios medios. Eso cansa.
Los Prisioneros decían en “No Necesitamos Banderas” lo siguiente:
“Es fácil vegetar dejar que otros hablen
y decir “ellos saben más que yo”,
ponerse una insignia, marchar detrás de un líder
y dejar que nos esgriman como razón.
No vamos a esperar, la idea nunca nos gustó,
ellos no están haciendo lo que al comienzo se pactó”
Esto es más común de lo que se sospecha y puede marcar, no nuestra ideología o nuestra religión, pero sí nuestra manera de razonar.
Me refiero a que nuestras lecturas, consultas, reflexiones, etc. jamás deberían convertirnos en seguidores de caudillos ni en parásitos mentales que esperan que un grupo de iluminados (o, más eufemísticamente, “guiados por el espíritu santo”) nos cuente qué dice Dios que hagamos con nuestras vidas.
Es imposible ejercer la responsabilidad individual si hay otros que han razonado y reflexionado por nosotros para que simplemente digamos amén. ¿Cómo podría yo creer que llevo mi propia carga de responsabilidad si en realidad me he limitado a seguir a pie juntillas algo previamente masticado por otros? ¿Con qué cara yo les diría a Dios y a mi propia conciencia “soy cabalmente responsable” si nunca tuve independencia de criterio? Nadie quiere que seamos rebeldes, pero ni Dios ni nadie con dos dedos de frente puede hacer responsable a un limitado mental por sus actos. En todo caso, si se trata de autolimitados mentales, será por ello que tal vez merezcan un reproche, por automutilarse, porque en la práctica renegaron de una de las más preciadas facultades humanas que nos distinguen de títeres y animales amaestrados.
Todos los posts de este mes han tratado el único tema que indiqué al principio: Cómo yo me interesé en los testigos de Jehová y cuál es el proceso general por el cual una persona que se pone en contacto con ellos llega la bautismo. Punto. Ni una palabra más. Y la única conclusión a la que puedo llegar es la misma recomendación que da el autor: Júntense con los testigos de Jehová si quieren, sean sus amigos, visítenlos, recíbanlos en sus casas, y hasta prediquen con ellos. Pero jamás se bauticen. La razón es también muy sencilla: Es imposible dejar de ser testigo de Jehová de modo honorable, salvo muerto.
Pero si además quieren saber cómo fue mi vida allí dentro, por qué salí o qué pienso ahora de los Testigos o de las demás religiones, pues se tendrán que aguantar.
Porque soy libre, no me someto a mandato imperativo de ninguna persona en relación a mi conciencia. Si Dios o Jesucristo quieren discutir algo conmigo será cuando ellos me lo pidan, no cuando aparezca cualquier advenedizo sin nombre a lanzarme advertencias sobre el oscuro futuro que me espera.
Seguramente sí terminaré contándoles todo eso y más, pero cuando yo quiera. Y la verdad es que he quedado resaqueado con tanto post monotemático. La resaca me va a durar hasta el próximo febrero, cuando menos.
Ha sido tanto el material y las horas dedicadas a este tema que corro el peligro de hacer creer a todos que La Sala de Ensayo ahora es religiosa. Corro el peligro de pasar de ser variado y plural a ser unidimensional y hasta monocromático. Una ameba.
Esto es todo lo que tengo que decir sobre el tema de este mes. No soy ni pretendo ser poseedor de la verdad, de ninguna verdad. Y a mucha dignidad. Me siento feliz de poder responder de vez en cuando “no sé” cuando me preguntan cosas de cualquier índole. Tengo la pequeña certeza de que no tengo por qué saberlo todo, pero sí sé que tengo que ser tanto libre como responsable individualmente.