Ya desde hace varios años La Sala de Ensayo ha
mostrado su propuesta frente a lo que debería ser un verdadero matrimonio
libre, en términos legales y civiles. En el post “Libertad y Matrimonio”, de enero
de 2010, se esbozó -de forma festiva pero completamente consistente- que el
Estado no debería regir ni reglamentar las relaciones de pareja. *
Tendríamos que preguntarnos: ¿Por qué el Estado
tiene esta atribución de casar gente? ¿Cómo es que llegamos a tener que prometer
amor ante un burócrata, rendir cuentas ante la ley, ser sometido a escrutinio
fiscal, hacer juicio para decir basta
a quien no amamos más, etcétera?
Sería demasiado largo y tedioso pormenorizar tal
historia, pero valga resumir que esta tutoría estatal es una de las herencias
recibidas de la antigua alianza entre Iglesia y Estado. Efectivamente, cuando
ambas instituciones eran una sola, se decía que la bendición de Dios debería
ser acompañada por el correspondiente registro del Estado. En aquellos tiempos
lejanos probablemente esto parecía muy natural y apropiado.
El matrimonio tradicional tiene características y
requisitos igualmente tradicionales de Occidente: Solo dos contrayentes,
duración vitalicia, es decir, sin divorcio, contrayentes de sexos opuestos, propósito
reproductivo, etcétera.
SEPARANDO A LA IGLESIA Y AL ESTADO
Hoy, sin embargo, el mundo occidental ha aprendido
acertadamente que la alianza entre la Iglesia y el Estado prostituye a ambas
partes, debido a que convierte a la religión oficial no solo en influencia
decisiva sino en un imperativo legal (y económico) para las minorías que no
comulgaban con la fe oficial. Hoy nadie quiere al Estado supervisando ni
aprobando religiones, ni iglesias influyendo en las decisiones de la Nación.
Cuando finalmente Occidente rompe ese paradigma, llegamos
a la existencia de dos matrimonios: El Civil, regido por el Estado, y el
Religioso, regido por cada iglesia.
Sin embargo, en la mente de los individuos, estos
dos ámbitos en realidad seguían unidos, de forma que las parejas solían casarse
simultáneamente de ambas formas. Eran dos matrimonios en uno; o un matrimonio
en dos partes.
RASTROS DE UNA HERENCIA
Por esta herencia nos cuesta mucho separar ambos
matrimonios como dos compromisos diferentes, aunque se hagan entre los mismos
contrayentes. De ahí que los conservadores siempre estén invocando razones morales
(que en realidad son religiosas) cuando se debate sobre el matrimonio civil.
Las religiones son instituciones privadas, por
ende, tienen pleno derecho a tener sus propias restricciones y requisitos cuando
desean celebrar matrimonios entre sus feligreses. El Estado no tiene derecho a
obligarles a admitir matrimonios fuera de lo que ellas hayan determinado para
los suyos según sus convicciones.
De forma correspondiente, las religiones cometen un
grave error al pretender que el matrimonio civil se ajuste a parámetros
religiosos, por más bienintencionados y sustentados que tengan dichos
parámetros.
Les ofrecí en el post anterior el punto de vista
mormón debido a su exquisito respeto y también porque han expuesto razones muy válidas
para oponerse al matrimonio gay. En ese sentido el texto mostrado es muy
refrescante. Seguramente estos argumentos son similares a las que propugnan
todas las iglesias cristianas y muchas de otras vertientes religiosas.
EL MATRIMONIO LIBERAL
Por lo tanto, aquí La Sala de Ensayo reitera su
posición original, distinta a las dos posiciones que generalmente encontramos.
La Sala de Ensayo insiste cuando se trata de matrimonio o unión civil:
El matrimonio
o unión civil es un acuerdo o contrato privado que no tiene por qué ser
patrocinado, regido, reglamentado, controlado ni disuelto por el Estado.
Partiendo de allí, se entiende que el matrimonio debe
concordarse de forma similar a cualquier otro contrato privado para formación
de empresas, préstamos, transacciones, etc.:
Debe ser redactado por quienes lo firman de acuerdo
a su real y libre parecer, estableciendo allí sus condiciones, requisitos,
exigencias, objetivo del contrato, cláusulas de resolución, fechas de inicio y
fin o renovación automática, condiciones de exclusividad, tratamiento de
activos y pasivos incorporados al contrato, cantidad de contrayentes, lugar y
modo de convivencia, atención médica y todo otro aspecto que los firmantes
deseen incluir. Luego bastará elevar este contrato a Registros Públicos a
través de un notario. Esto sí que es una unión verdaderamente civil y libre.
Sé que esta propuesta es radicalmente más audaz que
la que proponen la comunidad LGTBI, pero es la que más se acerca al respeto
pleno de las libertades individuales sin control estatal.
DIOS Y EL MUNDO
En el próximo post haré una reflexión sobre el
partido que han tomado las religiones en su oposición activa al matrimonio
entre personas del mismo sexo, haciendo marchas, recolectando firmas,
publicando comunicados, presionando a presidentes y congresistas, etcétera, sin
bastarles con asegurar la calidad espiritual y moral de sus feligreses desde su
propia labor pastoral interna.
Se trata de un análisis de cómo es que las
religiones persisten en su añorada influencia sobre los asuntos políticos y
legales que son tarea de Estado, pese a que ya no hay alianza Iglesia-Estado.
No se lo pierdan. Se sorprenderán.
* Para ver
el artículo “Libertad y Matrimonio”, de enero de 2010, haga click AQUÍ.
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