Y me quedé pensando en la Navidad después de escribirles sobre su origen en el post anterior. Como algunos de ustedes saben, yo fui Testigo de Jehová 15 años y durante ese tiempo no celebré estas fiestas. Los Testigos no son malas personas, todo lo contrario, y por eso no tengo nada malo qué decir sobre ellos y su fe personal.
Es verdad que hay algunas cosas que no comparto más de sus creencias, usos y costumbres. Creo que en su momento podré comentar algunas cosas por aquí.
Por lo pronto, ahora con la Navidad me viene a la memoria la intolerancia de algunos de ambos lados, de los que celebran y de los que no celebran.
Entre los intolerantes que celebran recuerdo más a mi padre, típico derechista, amante de la tradición familiar y de las costumbres, se sentía traicionado cuando yo no estaba presente en la cena navideña o en el brindis por año nuevo, en los cumpleaños, o cualquier cosa que no compartía en ese tiempo. Admirador él de Fujimori y de su re-re-re-reelección, no es de extrañar que hace poco yo le reprochara que fuera un cachaco en un cuartel de tres dormitorios, listo para el reproche y nulo para la felicitación sincera desde mi infancia. Cuando yo era Testigo y soltero me decía que yo podía creer lo que se me diera la gana pero que igual tenía que participar en todas las celebraciones familiares. O sea que mis creencias no las debía manifestar en la práctica. ¿Cómo yo podía creer algo sin practicarlo? Metiéndomelo en el culo, supongo.
Pero los Testigos de Jehová también son intolerantes, aun siendo buenos tipos en lo cotidiano. Irónicamente, la certeza de la verdad nos quita humildad. Es un poco sentirse iluminado, tocado por dios, guiado por él. Y claro, si uno es guiado por el mayor ser del universo ¿quién puede atreverse a pensar distinto? Difícilmente un Testigo trata a los demás sintiéndose mental y espiritualmente igual a los demás. Siempre hay un sesgo de superioridad moral como resultado de “conocer la verdad”. Esta oposición de los Testigos a la Navidad (dictada por un directorio neoyorquino) es de cumplimiento obligatorio para todos sus miembros, so pena de ser sometido a disciplina por considerar que se participa de traición espiritual, idolatría, apoyo a falsas doctrinas y cosas similares a esas, lo cual puede llevar hasta la expulsión del infractor e implica una condena a muerte social debido a que nadie le va a dirigir la palabra ni el más leve saludo. Un leproso espiritual. O sea, no hay libertad individual para decidir celebrar la Navidad o no, ni siquiera hay libertad para pensar distinto a lo que publican en sus revistas. Un cuartel santo, sin dudas ni murmuraciones. Aunque, valgan verdades, la inmensa mayoría de ellos parece sentirse a gusto sin celebrar estas fiestas. Y es verdad que yo comulgué plenamente con eso también. Pero hacia el final les conté a los ancianos que algunas cosas ya no compartía. Me respondieron que podía pensar así pero no debía decírselo a nadie. ¿Cómo yo podía pensar algo sin decirlo? Metiéndomelo en el culo, supongo.
Sin duda, si mi viejo se hiciera Testigo de Jehová sería un gladiador de dios, el Bin Laden fujimorista cristiano, el lugarteniente facho de Cristo. Dicen que me parezco a él pero creo que en realidad yo soy solo punk y nunca pude dejar de serlo. Contreras, que le dicen. Soy un disidente compulsivo.
Hoy, ya sin religión ni pastores desde hace varios años, me da igual celebrar o no: en mi casa no habrá nada porque mi esposa aun es Testigo, y si mis padres me invitan iré con gusto porque veré contentos a mi madre, mis hermanos y mis sobrinos y porque comeré gratis. Pero si nadie me invita me acostaré temprano luego de un sexo reparador. No hay escape: esa será una noche buena.
¿A alguien le importa un carajo la parte religiosa de la Navidad? A mí tampoco, como tampoco las costumbres, las tradiciones y los niños con regalos. ¿Y qué hago entonces comentando todo esto, ya por dos posts consecutivos? Tal vez lo mejor sea metérmelo en el culo, supongo.
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Es verdad que hay algunas cosas que no comparto más de sus creencias, usos y costumbres. Creo que en su momento podré comentar algunas cosas por aquí.
Por lo pronto, ahora con la Navidad me viene a la memoria la intolerancia de algunos de ambos lados, de los que celebran y de los que no celebran.
Entre los intolerantes que celebran recuerdo más a mi padre, típico derechista, amante de la tradición familiar y de las costumbres, se sentía traicionado cuando yo no estaba presente en la cena navideña o en el brindis por año nuevo, en los cumpleaños, o cualquier cosa que no compartía en ese tiempo. Admirador él de Fujimori y de su re-re-re-reelección, no es de extrañar que hace poco yo le reprochara que fuera un cachaco en un cuartel de tres dormitorios, listo para el reproche y nulo para la felicitación sincera desde mi infancia. Cuando yo era Testigo y soltero me decía que yo podía creer lo que se me diera la gana pero que igual tenía que participar en todas las celebraciones familiares. O sea que mis creencias no las debía manifestar en la práctica. ¿Cómo yo podía creer algo sin practicarlo? Metiéndomelo en el culo, supongo.
Pero los Testigos de Jehová también son intolerantes, aun siendo buenos tipos en lo cotidiano. Irónicamente, la certeza de la verdad nos quita humildad. Es un poco sentirse iluminado, tocado por dios, guiado por él. Y claro, si uno es guiado por el mayor ser del universo ¿quién puede atreverse a pensar distinto? Difícilmente un Testigo trata a los demás sintiéndose mental y espiritualmente igual a los demás. Siempre hay un sesgo de superioridad moral como resultado de “conocer la verdad”. Esta oposición de los Testigos a la Navidad (dictada por un directorio neoyorquino) es de cumplimiento obligatorio para todos sus miembros, so pena de ser sometido a disciplina por considerar que se participa de traición espiritual, idolatría, apoyo a falsas doctrinas y cosas similares a esas, lo cual puede llevar hasta la expulsión del infractor e implica una condena a muerte social debido a que nadie le va a dirigir la palabra ni el más leve saludo. Un leproso espiritual. O sea, no hay libertad individual para decidir celebrar la Navidad o no, ni siquiera hay libertad para pensar distinto a lo que publican en sus revistas. Un cuartel santo, sin dudas ni murmuraciones. Aunque, valgan verdades, la inmensa mayoría de ellos parece sentirse a gusto sin celebrar estas fiestas. Y es verdad que yo comulgué plenamente con eso también. Pero hacia el final les conté a los ancianos que algunas cosas ya no compartía. Me respondieron que podía pensar así pero no debía decírselo a nadie. ¿Cómo yo podía pensar algo sin decirlo? Metiéndomelo en el culo, supongo.
Sin duda, si mi viejo se hiciera Testigo de Jehová sería un gladiador de dios, el Bin Laden fujimorista cristiano, el lugarteniente facho de Cristo. Dicen que me parezco a él pero creo que en realidad yo soy solo punk y nunca pude dejar de serlo. Contreras, que le dicen. Soy un disidente compulsivo.
Hoy, ya sin religión ni pastores desde hace varios años, me da igual celebrar o no: en mi casa no habrá nada porque mi esposa aun es Testigo, y si mis padres me invitan iré con gusto porque veré contentos a mi madre, mis hermanos y mis sobrinos y porque comeré gratis. Pero si nadie me invita me acostaré temprano luego de un sexo reparador. No hay escape: esa será una noche buena.
¿A alguien le importa un carajo la parte religiosa de la Navidad? A mí tampoco, como tampoco las costumbres, las tradiciones y los niños con regalos. ¿Y qué hago entonces comentando todo esto, ya por dos posts consecutivos? Tal vez lo mejor sea metérmelo en el culo, supongo.
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Hola Ronald, primero tendré que confesar que soy también una amante de las tradiciones familiares y todo lo que ello significa.
ResponderEliminarEl tema de la Navidad se ha convertido como bien dices en una celebración que no tiene nada que ver con la Religión aunque algunos todavía siguen asistiendo a misa y elevando una oración antes del gran festín que se llevarán, como solía suceder en mi familia.
Lamentablemente, hoy extraño y recuerdo con mucha nostalgia esos momentos porque quizá sí existía la llamada “Magia de la Navidad” en mi hogar, aquella que hacía cosas imposibles como cuando era niña y descubría en mi cuarto los regalos, que en mi caso era realmente inesperado por los momentos económicamente difíciles que pasamos, luego cuando fui creciendo ya no eran los regalos sino reunirnos con quienes viajaron y creía que no volvería a ver pero aparecían en una Noche de Navidad, o cuando fui testigo del regocijo que se siente al realizar una labor social en esta fecha en que ya sea por costumbre o religión, los niños siempre esperan algo, estoy segura que podría seguir nombrando más razones pero me pongo un poco sentimental y eso no me agrada y esto sucede porque ya no celebro más esta fecha y sólo me han quedado los bonitos recuerdos… Una religión me llevó a celebrarla (por costumbre claro) y otra finalizó con ella cuando uno de los miembros de mi familia, mejor dicho el motorcito de la familia, mi madre, cambió de religión y creencias, ella se encargó de destruir radicalmente esta fecha y todo lo que para mí significaba, pero qué pasa si yo extraño el momento familiar de esa noche ¿Es acaso que hay otro día de tanta expectativa como para reemplazarlo? He tratado pero hasta ahora no doy con el día… Ni el año nuevo me salva porque según todos defienden, esta fecha es para pasarla con los amigos…
Bueno asumo que seguiré luchándola porque a mí si me importa esta fecha, mejor dicho no esta fecha pero sí lo que representó por muchos años en mi vida…
¡¡¡Feliz Navidad y mis mejores deseos de que sea celebrada en compañía de los que más quieres!!!
Mi papá, más que perpetuar una tradición diciéndote aquello, buscó que no te separaras de la familia... Si te fijas, él no es un hombre religioso (casi nunca acompaña a nuestra madre a misa, siempre critica a los curas y su falsa pobreza... Yo aprendí eso de él, no de mi mamá, que tiene un altar lleno de vírgenes, angelitos y cruces). Él tampoco vive pegado a las fechas (concuerdo con él en que no tenemos porqué andar recordando los cumpleaños de medio mundo si ellos no se acuerdan de ti).
ResponderEliminarFrases desafortunadas, para el olvido, nos ha dicho a todos en casa... Y en tu caso, él cometió un error, porque debió decirte: "Hijo, sigue con nosotros, no te apartes tanto". Porque fue mucha (demasiada) la distancia que interpusiste entre tú y nosotros cuando cambiaste de religión.
Sí, es cierto, yo también le he dicho facho varias veces a mi padre por su intolerancia y por llevar esa camiseta naranja del mal. Pero tu caso es especial, no se puede comparar con eso. Ojalá algún día logres acercarte a él como hice yo con él en los últimos años. No es fácil (nadie dijo que lo sería) pero este 2009 que se acaba es uno de los que más recordaré por tenerlo cerca y por entenderlo (y entenderme) más allá de sus palabras (y las mías)...
Un abrazo enorme, te quiero mucho (y mi papá también, eso es un hecho!!!)
No sé si al comentar un testimonio de otro uno asume una posición superior. En todo caso, no es esa mi intención, pero, tras leer tu texto siento que tienes algo que resolver con tu padre, y urgente, pues la vida es muy pendeja y puede que termines siendo tan intolerante como él. Más vale que pises el acelerador, pues tu texto, querido amigo, estaría dando a entender que vas por ese mismo camino. Un fuerte abrazo de un tipo que por años vivió deseándole lo peor a su padre y, hoy, se muere de amor por él.
ResponderEliminarA todos los sensibles, pontífices y hippies les digo que no se preocupen, tal vez hay algo en lo que no me dejé entender: Yo no odio a mi papi ni le deseo mal alguno. El tema es la navidad y la intolerancia, no él, y esas citas son apenas algunos pequeños ejemplos de intolerancia navideña.
ResponderEliminarY no deja de ser una pena que nadie defienda a los Testigos pese a que me referí a ellos de forma bastante más ruda. Es que ellos son buenas piñatas y hasta les gusta que los maleteen, una especie de vocación victimista para sentirse los buenos de la pela.
También decidí responder después de navidad para contarles que esta vez fue un plomazo. Creo que estoy completamente negado para estas tradiciones sentimentales y no pude sintonizar nada durante la cena navideña en casa de mis padres. Así que la noche no fue tan buena, no por culpa de mi familia, claro, sino porque -ya lo dije- yo soy sólo punk.
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