Hoy comienza este blog, pero pensé comenzarlo muy diferente. Como todo proyecto nuevo, se trataba de darle un tono alegre y divertido. De fiesta pues. Sin embargo hay una penosa coincidencia que me obliga, en el buen sentido de la expresión, a contarles lo que me acaba de pasar. O, mejor dicho, lo que le acaba de pasar a uno de mis pequeños gatitos cachorros.
Él se llama Miau, un cruce de siamés y atigrado chusco. Le pusimos ese nombre porque era igualito al gato malo de Pokemon, malo pero divertido, malo pero astuto, malo pero de los que uno quiere tanto. Beige con patas cafés, pero con ojos azules.
Nos lo dieron cuando apenas tenía un mes de nacido y han pasado solo dos más. Vino con uno de sus hermanos, a quien llamamos Nino, un atigrado color café oscuro. Queríamos uno pero nos recomendaron dos porque uno se siente solo y no desarrolla tan bien como cuando tiene compañía. Así que vinieron Miau y Nino, para alegrarnos la vida.
Dos meses apenas es suficiente para amar a dos gotitas de vida, dos gotitas que nos refrescan con miraditas traviesas e inocentes. Mi hijo Claudio ha sido muy feliz desde entonces, jugando con ambos y contraviniendo la recomendación médica contra la tenencia de animales por su debilidad de bronquios.
No importa. Hemos sido felices con ellos, pero creo que esa felicidad era inconsciente, no la sabíamos del todo hasta hace un par de días, cuando todo cambió.
De pronto, Miau dejó de correr, de jugar con el aire, dejó de revolcarse en falsas peleas con su hermano. Se la pasó tendido en su cama. Recién al día siguiente fuimos conscientes de la gravedad de su estado y lo llevamos a un veterinario. Desde chico me han contado lo terribles que son las emergencias cuando ocurren en feriado. Y ese día era feriado. No había veterinarios ni clínicas por ninguna parte y a duras penas encontramos un doctor para nuestro cachorrito. Mal, muy mal, decía él, deshidratadísimo y con una anemia severísima, como si no hubiera comido ni bebido en semanas. Para colmo, estaba todo amoratado y no se podía ponerle suero ni inyección alguna. La cuenta era altísima si queríamos hacer análisis, radiografías, ecografías y todo eso…
En fin, una de mis hermanas llamó a una amiga suya del colegio, Susan, quien vino a casa para tratar de salvarlo. Susan es veterinaria. Tratar, digo, porque Miau ya tenía la mirada de la muerte, tan chiquito, de apenas tres meses, y ya intuía en su mirada el desenlace fatal. Lloré al ver su mirada, lloré al sentir ese frío vacío en sus pupilas dilatadas y hundidas. La mirada perdida y tiesa, carente de la vida que apenas el día anterior tenía. Lloré ante el miedo a la muerte de una vida tan frágil, pequeña, tierna.
Susan puso todo su empeño, se llevó a nuestro gatito para cuidarlo bien de cerca, sin el menor descuido. Todo lo posible, todo el esfuerzo, todo el amor, no fueron suficientes. ¿Es que debimos dormirlo al notar la gravedad de su estado? No, porque cuando uno ama trata de salvar en primera instancia, uno no puede tener la eutanasia como primera opción cuando un animalito se enferma. La eutanasia es para los desahuciados, no para todos los enfermos.
Lo malo es que Miau no estaba enfermo, había sido condenado a muerte y no lo sabíamos, por un terrible accidente. Hacía muchos meses tuvimos una breve plaga de ratas por un vecino negligente, cuando aun no había gatos en nuestra casa. En unos meses resolvimos el tema al impedir el acceso con unas recias mallas metálicas desde la casa vecina. Pero en el trajín del combate habíamos colocado toda suerte de trampas y venenos por los lugares preferidos de esos animales. Al vencer la plaga, retiré personalmente todas esas trampas y venenos, o al menos creí que lo había hecho: Olvidé un cúmulo de veneno raticida en una cornisa alta en la cocina, un cúmulo que por su ubicación no recordé, inaccesible visualmente pero que al madurar mis gatos, resultó estar al alcance de ellos, tan curiosos como todos los gatos.
Miau tuvo que ser el más curioso de ambos y eso le costó la vida. Al notar que era veneno lo que le causaba la muerte a Miau, busqué nuevamente todos los rincones donde yo había, muchos meses antes, colocado veneno. Un solo olvido bastó para que uno de mis gatos partiera a la eternidad con apenas tres meses en este mundo.
Oh, Miau, cuánto quisiera volver todo atrás, quererte aún más de lo que te quisimos, cuánto quisiera haber recordado correctamente los puntos en los que yo había puesto ese maldito veneno, cuánto quisiera jamás haber tenido una plaga de ratas, cuánto quisiera tener un vecino más atento a lo que pasa en su casa. En resumen, cuánto quisiera no haberte traído a la muerte.
Miau, cornéame otra vez para que te acaricie, pídeme un poquito más de cariño, déjame verte una vez más cazando una polilla, maúlla una vez más llamando a tu hermano, afílate una vez más las uñas en los muebles, duerme otra vez en mi regazo, corre otra vez tras tu propia cola.
Miau, lloraré cada vez que vea Pokemon, lloraré cada vez que digas "órale jaleo" con Jessy y James, lloraré cuando vea tus fotos llenas de tus ojos azules. Dos meses apenas, dos meses para que te escriba esto, dos meses para hacerme llorar, dos meses para que Claudito entienda el impacto de la muerte, el vacío de tu ausencia.
No es para irte tan rápido que viniste, viniste para quedarte, viniste para vivir. Perdóname por favor, gatito lindo, no quiero seguir llorando, no quiero que mi corazón salte tanto, no quiero que me tiemble así la voz, sólo quiero empezar este blog de alguna forma apropiada. Sin querer te amé, sin querer empiezo así este blog, declarando cuánto pude amar a un gato en apenas dos meses.
Hasta siempre Miau.
Hola Ronald
ResponderEliminarParece que soy el primero en comentar, no se si alguien más ya leyó tu primer post y no se animó aún a decir algo.
Ante tan triste noticia no me voy a quedar con las ganas de felicitarte igual por la buena. Celebro que hayas abierto finalmente esta tribuna donde estoy seguro que tocarás temas tan domésticos como éste y otros menos domesticados como la política y el orden de nuestro país.
Regresando a Miau, solo puedo decirte que me da mucha pena y me hace acordar por qué hace años decidí no tener más máscotas. Un poco cobarde de mi parte no? Y ahí es cuando descubro por qué es que nuestros padres siempre nos dijeron: "si ese perrito viene a la casa será de ustedes, ustedes lo alimentarán y limpiarán". Entiendo que la mayoría de nosotros ha pasado logicamente por un momento doloroso con una mascota y quiere evitar que suceda otra vez.
Un servidor.
Ronald:
ResponderEliminarSoy testigo del ánimo, alegría y las ganas que tenías de iniciar este blog.
Irónica la vida, que hace que tengas que iniciar con un tema para nada animado o alegre, pero sí muy profundo y que toca el corazón de todo aquel que alguna vez ha tenido que pasar por algo similar con alguna mascota, que más que mascota uno considera como parte de la familia... recuerdo de niño llamar a mis mascotas con nombre completo, incluyendo los apellidos de la familia a nombre de la mascotita... :)
Si existe un cielo me gusta pensar que allá también van nuestras mascotitas y que de esa manera existe la posibilidad de un encuentro futuro...
Cuando volví a casa ese feriado, luego de las coordinaciones con Susan, casi asfixio de amor a Felini y a Brujo. Porque como tú, me bastaron apenas dos días para quererlos y adorarlos. Porque son mi compañía y me esperan en casa, porque reconozco sus distintos maullidos, porque me hacen sonreir y me enternecen, porque si yo no tenía instinto maternal... pues ahora lo tengo y me encanta! Ya te pasaré lo q alguna vez escribí de ellos. Pero al correo. Besote.
ResponderEliminar:(
ResponderEliminarAl fin alguien que ama a los animales como yo... bueno, a los gatos exactamente. Sólo alguien que ha pasado por el trago amargo de ver morir a su mascota sabe lo que sientes. A mi me ha pasado algunas veces, creo que la última vez fue cuando encontré a mi hamster muerto, justo unos días antes de que naciera Miguelito. Y he pasado angustias también por mi gato Rucio, quien ya lleva dos trementas caídas desde nuestro departamento, siguiendo su instinto de "gato volador"...
Te felicito, voy a poder leerte aquí, siempre es un gusto leer lo que escribes.
Un abrazo, y a ver cuándo nos encontramos para ver lo pendiente, ya tú sabes :D
Eh, aclaro a quien pueda malinterpretar las palabras de Marielita que con "lo pendiente" ella se refiere a unos clips de video que grabé en el concierto de Claudio Narea en la Feria del Libro. :P
ResponderEliminarY les cuento también que Nino no se ha quedado solo: Nos han traído a Chiqui, un gatito un poco más joven a quien recibimos con mucho entusiamo. Luego de unos días de desconfianza, ya se amistaron plenamente. Espero publicar fotos de ambos en mi Facebook en breve.
Gracias por su sensibilidad y por la memoria de Miau. ¡Saludos!
Ronald, en nombre de todos mis queridos amigos gatos, los de ayer y los de hoy, te pido que celebres la vida de Miau, aunque haya sido corta veo que fue una vida feliz. Recuérdalo siempre con la alegría que trajo a tu casa.
ResponderEliminarPara Gonzalo, las mascotas tienen una vida más corta, más rápida y más frágil que la nuestra, eso hay que asumirlo desde el inicio. Después de la muerte de mi gato Bono, quedé tan dolida que me negué durante 7 años a tener otro, pero tenía un vacío muy grande dentro y felizmente dejé entrar a mi vida a otra gatita que trajo mucha felicidad. Creo que necesité ese tiempo para curarme del dolor que sentía al recordarlo, hoy lo recuerdo con alegría. Leí hace un tiempo esta frase de un perro a su dueño: "El mejor homenaje que me puedes dar es abrirle la puerta a otro animal que necesite hogar".
Pues hasta ahora no escuché a mis gatos hablar, Nino es tan discreto que ni siquiera maúlla, pero entendí que él no merecía quedarse solo luego de la partida de Miau. Ahora juega de lo mejor con Chiqui, muy juguetón y ruidoso. Hace un par de noches mi hijo veía Pokemon mientras yo estaba en la computadora, en otro ambiente. Cuando escuché la voz de Miau pensé en correr a verlo pero me contuve: Creo que iba a terminar partido en dos. Tal vez en un tiempito más pueda seguir disfrutando de esa serie con la alegría y la mordacidad de siempre.
ResponderEliminarGracias y muchos cariños a todos.
Ja, ja, aclarando que la "frase de un perro a su dueño" la escribió algún alma sensible, aún no los escucho hablar yo tampoco, aunque me esfuerzo en oírlos con atención.
ResponderEliminar