Querida Susanita Hoefken, me he dado cuenta de que tienes un valor que ningún peruano ha sido capaz de reconocer.
Ante todo: ¿Por qué te creímos? No, no es que hayamos tenido simple buena fe a una pituquita culturosa. No es tu cabello rubio natural (aunque con mechas artificiales), no es tu piel nívea, no es tu arrogante nariz respingada, no es que seas ojiclara, no es tu acento aristocrático ni nada que se parezca al entrañable complejo racial del peruano mestizo promedio. Esta vez no.
Nosotros (y el mundo entero) nos tragamos tu cuento simplemente porque es cabalmente verosímil. Sí pues, te creímos porque en el fondo todos sabemos que un robo como ese sólo puede ocurrir en el Perú, por eso todos sin excepción dimos crédito a tus palabras porque los peruanos nos robamos hasta las piedras de la calle.
Decir que Susanita nos ha desprestigiado implica que antes de su cuento teníamos prestigio.
Dios salve nuestro prestigio, gimen los hipócritas. Dios salve nuestro prestigio porque Dios es peruano. ¿Pero cuál prestigio? ¡¡¡Ayyyyayaayyy!!! ¿Quién no se agarró un billete suelto en la calle o en cualquier lugar? ¿Los peruanos no tomamos las cosas que nos encontramos por ahí? ¿Quién recuperó su celular perdido al llamar a quien se lo encontró? ¿Quién devuelve los vueltos excesivos? ¿Quién contrata empleadas domésticas con todos los beneficios sociales que prevé la ley? ¿Quién da y pide siempre comprobantes de pago por sus ventas y compras? ¿Quién compra o alquila sólo películas y música originales? ¿Quién paga impuestos por alquilar su local o vivienda? ¿Qué micro empresa pone en planilla a todos sus empleados? ¿ENTONCES QUÉ TIENE DE RARO QUE ALGUIEN SE ROBE UN PULMÓN? ¿CÓMO NOS DESPRESTIGIA DE MANERA PARTICULAR? ¿Acaso no sabemos que en todos los países siempre se generaliza las características negativas de los grupos sociales?
Y bueno, si somos un país de hipócritas (además de ladrones) entonces no podía faltar el representante constitucional de esos hipócritas (y ladrones): Alan García, sí, precisamente él, pidió linchamiento, retiro de nacionalidad y todo lo que su retórica oportunista olfateaba para subirse al carro de la hipocresía nacionalista. Inflamó su gordo y tetudo pecho para defender la teoría del Perú prestigioso, de la honestidad ciudadana, contra la mentira, el robo y las falsas poses políticas. No, de las poses no habló, sólo las hizo.
Y a todo esto... ¿estoy siendo antiperuano por comentar esto? ¿Estoy calumniando a todo un país? Caray, no vaya a ser que yo también deba abandonar esta prestigiosa y sagrada nacionalidad, mientras otros simplemente abandonaron el país por un futuro, ese sí, más prestigioso y sagrado. Entonces surge la pregunta ¿qué es peor, abandonar el país o abandonar la nacionalidad?
¿Ya ves Susanita? Ahí está tu acierto. Has hecho que los peruanos quedemos revelados dos veces de un plumazo: Primero como ladrones, y ahora como hipócritas. Por eso no mereces ser peruana, tú no eres de los nuestros, ni siquiera te liga ser criolla ni pendeja. Lárgate del país.
Ante todo: ¿Por qué te creímos? No, no es que hayamos tenido simple buena fe a una pituquita culturosa. No es tu cabello rubio natural (aunque con mechas artificiales), no es tu piel nívea, no es tu arrogante nariz respingada, no es que seas ojiclara, no es tu acento aristocrático ni nada que se parezca al entrañable complejo racial del peruano mestizo promedio. Esta vez no.
Nosotros (y el mundo entero) nos tragamos tu cuento simplemente porque es cabalmente verosímil. Sí pues, te creímos porque en el fondo todos sabemos que un robo como ese sólo puede ocurrir en el Perú, por eso todos sin excepción dimos crédito a tus palabras porque los peruanos nos robamos hasta las piedras de la calle.
Decir que Susanita nos ha desprestigiado implica que antes de su cuento teníamos prestigio.
Dios salve nuestro prestigio, gimen los hipócritas. Dios salve nuestro prestigio porque Dios es peruano. ¿Pero cuál prestigio? ¡¡¡Ayyyyayaayyy!!! ¿Quién no se agarró un billete suelto en la calle o en cualquier lugar? ¿Los peruanos no tomamos las cosas que nos encontramos por ahí? ¿Quién recuperó su celular perdido al llamar a quien se lo encontró? ¿Quién devuelve los vueltos excesivos? ¿Quién contrata empleadas domésticas con todos los beneficios sociales que prevé la ley? ¿Quién da y pide siempre comprobantes de pago por sus ventas y compras? ¿Quién compra o alquila sólo películas y música originales? ¿Quién paga impuestos por alquilar su local o vivienda? ¿Qué micro empresa pone en planilla a todos sus empleados? ¿ENTONCES QUÉ TIENE DE RARO QUE ALGUIEN SE ROBE UN PULMÓN? ¿CÓMO NOS DESPRESTIGIA DE MANERA PARTICULAR? ¿Acaso no sabemos que en todos los países siempre se generaliza las características negativas de los grupos sociales?
Y bueno, si somos un país de hipócritas (además de ladrones) entonces no podía faltar el representante constitucional de esos hipócritas (y ladrones): Alan García, sí, precisamente él, pidió linchamiento, retiro de nacionalidad y todo lo que su retórica oportunista olfateaba para subirse al carro de la hipocresía nacionalista. Inflamó su gordo y tetudo pecho para defender la teoría del Perú prestigioso, de la honestidad ciudadana, contra la mentira, el robo y las falsas poses políticas. No, de las poses no habló, sólo las hizo.
Y a todo esto... ¿estoy siendo antiperuano por comentar esto? ¿Estoy calumniando a todo un país? Caray, no vaya a ser que yo también deba abandonar esta prestigiosa y sagrada nacionalidad, mientras otros simplemente abandonaron el país por un futuro, ese sí, más prestigioso y sagrado. Entonces surge la pregunta ¿qué es peor, abandonar el país o abandonar la nacionalidad?
¿Ya ves Susanita? Ahí está tu acierto. Has hecho que los peruanos quedemos revelados dos veces de un plumazo: Primero como ladrones, y ahora como hipócritas. Por eso no mereces ser peruana, tú no eres de los nuestros, ni siquiera te liga ser criolla ni pendeja. Lárgate del país.