domingo, 29 de abril de 2012

Cholo bello y visible


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Cierta vez, cuando era púber, iba con mi viejo en su Volkswagen del 68 y una chica cruzó delante de nosotros. Parece que era simpática porque, como nunca, mi padre se puso a opinar de chicas y, entre otras cosas, me contaba algunas cosas de sus amigos. Lo que me llamó la atención y recuerdo muy bien es que se refirió a los gustos de un amigo suyo así: “A él le gustan las servilletas”.

La verdad es que no entendía a que venía esa mención, no entendí la jerga. Por supuesto que no hablaba literalmente; mi padre, de un plumazo había ninguneado tanto a su amigo como a su tipo de mujer. “Servilletas” son las sirvientas, empleadas domésticas. La chola, pues. Así, la chola, como se decía antes. O no sé si aún se dice así en otros círculos.  Malos gustos del amigo, y qué feas son las cholas.


De la Cato a San Marcos, más cerca de lo que parecen.

Años después estudié dos carreras universitarias, primero en la Universidad Católica y luego en San Marcos. En la Católica estuve en la Facultad de Arte, probablemente donde estaban las chicas más lindas de la Cato junto con Derecho. Pero yo era un chiquillo, me gustaba Inés Pflucker -como a todos- pero no sabía qué hacer con eso.  La carne se la comen los leones más grandes, dicen por ahí. Nunca tuve enamorada ni allí ni en ningún lugar por aquellos tiempos, mi versión ochentera de “The Big Bang Theory”. Bazzinga!


En San Marcos el panorama era muy distinto. Las chicas de San Marcos no destacan por su belleza física.  Un amigo me dijo cuando se enteró de esta nueva aventura académica mía: “Ahora las ves horribles a todas, en segundo año encontrarás a alguna que otra bonita y más en tercero y finalmente en quinto año verás que hay hembras buenazas” Se reía, “El contexto, el hambre y el tiempo hacen que uno coma lo que hay.” Caramba, un Yoda.

Han de saber que cuando uno habla de belleza física comparada, así como hizo este amigo mío, necesariamente eso tiene una connotación racista. Las chicas de la Católica son de corte más occidental y hay más castañas claras, rubias, ojiclaras y vestidas con ropa fina. Y apellidos altisonantes.  San Marcos, en contraste, es el verdadero Perú, ese que algunos ven aburrido y soso, sin gracia ni ventaja.

Sin embargo, el problema no son las chicas de la Cato ni de San Marcos, ellas son como son. El problema, como siempre, es de percepciones. Nuestros prejuicios y nuestros complejos. Es muy diferente apellidarse Pflucker que Túpac Yupanqui. Ustedes saben de qué hablo, no se hagan. El problema no es del apellido ni de sus portadores sino de los complejos de los demás.


Viendo sin ver.

En esto me acuerdo de un recientísimo artículo de mi brillante amigo Wilfredo Ardito, “Los seres invisibles”. Haber estado primero en el Champagnat e inmediatamente en la Católica me privó de tener mayor contacto con gente de extracto popular, pese a vivir en la Unidad Vecinal de Mirones, un barrio popular del Cercado de Lima y pese a andar siempre en transporte público para ir a casi cualquier parte. Uno ve donde quiere ver, o ve donde le han enseñado a ver. Veía a la gente del colegio y de la universidad, pero no veía a mi propio barrio ni a la gente del micro.

Sin embargo, tanto el Champagnat como La Católica, no son lugares chic ni elitistas.  Por el contrario, tienen una visión crítica y abierta a la sociedad. En el colegio siempre se debatía sobre cosas que pasaban afuera, de la inflación, del racismo, de política, etc., y los profesores muchas veces inculcaban que fuéramos personas comprometidas con nuestro entorno.

Por su parte, la Universidad Católica ha sido tachada de “caviar” por la derecha más reaccionaria, que ve con feliz agrado a universidades como la del Pacífico, la de Lima, la Richi o, más recientemente, la UPC, universidades que destacan más por sus carreras de economía, administración, etc., es decir, promover el modelo económico capitalista sin media palabra relacionada a los derechos civiles, como si eso no fuera parte del progreso también. Y de la libertad.

Pero en el día a día, hay una evidente diferencia física, racial, entre la Católica y San Marcos: Sus estudiantes son físicamente distintos (como ya mencioné más arriba) aunque ética y hasta económica y políticamente son mucho más parecidos de lo que ellos mismo creen o se dan cuenta. Cómo me alegra este parecido.

En efecto, el chiste racista de mi amigo tenía algo de cierto pero se equivocaba, creo yo, en algo que acabo de mencionar: En general, las chicas de la Católica no son cabeza hueca como las de otras universidades privadas, y las de San Marcos tiene una calidad de diálogo que está lejos de ser de gente ignorante, torpe o extremista.

Por otra parte, no es verdad que las cholas sean feas. No es cierto que el cabello rubio sea más bello que el oscuro. Para comenzar, prefiero llamarlas mestizas porque eso son. Son una mezcla feliz de culturas andinas o nativas con la cultura occidental tercermundista de Lima. Gente que es capaz de ver el mundo sin olvidarse de su origen.  Aun físicamente las mestizas son bellas también, no estoy hablando solo de cuestiones internas, filosóficas o intelectuales.




Ahora que soy profesor en Idat, confirmo que para ser bello no hay por qué se blanco ni tener rasgos de tal raza. Compruebo una y otra vez lo bellas que son muchas chicas mestizas o morenas, e igualmente puedo decirlo de los varones.  Creer que hay que ser blanco (o tener rasgos de blanco) para ser bello es una verdadera estupidez que nos han venido sembrando durante siglos.


El Racismo como doctrina.

Hay quienes, sin embargo, pretenden sentirse ajenos a este tema. Algunos periodistas se esfuerzan por negar que la televisión y los medios nos educan desde muy pequeños. Nadie puede negar que la publicidad por estos medios tienen una enorme capacidad de persuasión.  Y persuaden con racismo.  Me molestó mucho cuando un profesor publicista en Idat me dijo, como siempre dicen los publicistas, que ellos solo hablan el idioma de la gente, que si la gente es racista entonces la publicidad solo refleja eso.  Eso de sacarse el bulto ético de encima es, precisamente, parte de la habilidad publicitaria.  En realidad, ese argumento evasivo ya se ha oído muchas veces.

¿Cuál es la posición o el aporte de la publicidad para contrarrestar el racismo? ¿Los publicistas perpetúan estas lacras sociales en sus productos? ¿Sí o no?  Se retorcía de dolor para salirse de preguntas tan incómodas. ¿Poner gente blanca o de rasgos occidentales es un tip publicitario? ¿Sí o no?

Veamos algunos ejemplos:

¿Nos imaginamos gente claramente mestiza o morena, vestida con traje común, comprando leche Gloria? En la calle sí, en la tele nunca.

¿Nos imaginamos gente claramente mestiza o morena, vestida con traje común, comprando en Ripley? En la calle sí, en la tele nunca.

¿Nos imaginamos gente claramente mestiza o morena, vestida con traje común, comprando un auto o un departamento? En la calle sí, en la tele nunca.


¿Por qué la publicidad establece estas diferencias? ¿Por qué insiste en perpetuar modelos racistas o discriminatorios en sus mensajes? ¿Por qué insiste en hacerse ajeno a este asunto? Me resulta claramente cobarde escudarse en el racismo de la población para no responder por estas cosas ni cambiarlas. Es cobarde porque finalmente enreda el asunto convirtiéndolo en una referencia circular: La publicidad es racista porque la población lo es, pero la población es racista en gran parte por influencia de los medios y de la publicidad en ellos. Queremos romper ese círculo vicioso pero muchos publicistas no lo permiten, no lo quieren permitir.

Beyoncé, por ejemplo, acaba de ser considerada la mujer más bella del mundo según “People”. Negra, bella, talentosa y exitosa, me encanta. Y el año pasado fue Jennifer López. ¿Ven? Cuando quieran, les presento morenas y mestizas muy lindas, nada que envidiar a las demás. Para ustedes también hay, chicas.

Es la pesadez de tener que ponerse a pensar en nuevas fórmulas creativas que no recurran a blancos, a cuerpazos, a culos a aire, al acento capitalino, a gente “perfecta y bella” según su propia necedad.




Los invisibles.

Sin embargo, es muy fácil señalar a otros, acusar a los publicistas. Pero lo difícil es vernos a nosotros mismos. Como bien dice Wilfredo, hay personas a las que ignoramos y ellas tienden a permanecer así para no ser humilladas por nuestra prepotencia.

Vigilantes, trabajadores del hogar, tricicleros, mecánicos, placeras, vendedores ambulantes, etc. ¿No es bueno ser amigo de todos en toda circunstancia? Estas personas, como nosotros, compran leche Gloria, compran en Ripley y tienen dónde vivir. Si son como nosotros, ¿cómo es que no nos atrevemos a mostrarlos?

Finalmente, les invito a ver este video. Aunque no estoy de acuerdo en todo lo que se interpreta allí, considero que es positivo que este tema se exponga y mejoremos nuestra percepción de las cosas: