Escuchando canciones viejas me viene algo de nostalgia. Supongo que a todos nos pasa, por ejemplo, al escuchar canciones de nuestra adolescencia; está sonando “En la playa” de Hombres G de España. Me hace recordar los tiempos en que estaba en cuarto de secundaria en el Maristas Champagnat de Miraflores, en Lima.
En el 86 yo no tenía idea de cómo abordar a una chica pese a ya tener 15 y probablemente eso me lo provocaba en gran parte la parálisis resultante del rechazo de Flor Salazar unos tres años antes, uno de los acontecimientos que más me afectó emocionalmente en mi vida. Un mocoso se toma un rechazo demasiado en serio, especialmente si ya viene sufriendo desde los ocho por ella… cuatro largos años para terminar con un portazo en la cara. Tendrían que pasar unos veintiséis años… Suena “Paramar” de Los Prisioneros y, efectivamente, recuerdo que yo no sirvo para amar. ¿Y si Flor me hubiera dicho que sí?
Es que a veces la nostalgia nos hace preguntarnos qué habría pasado si las cosas hubieran sido de otro modo, como en “El Efecto Mariposa”, cañonazo cinematográfico que felizmente me recomendó mi hermana Mayra y que nadie debería dejar de ver. Mayra siempre recomienda buenas pelas. ¿Y si no me la hubiera recomendado?
Entre las muchas preguntas de cómo sería todo, ahora estoy atorado en algo completamente distinto que me ha comentado mi esposa Ruth sobre nuestro hijo, Claudio. A él lo afectó mucho el que yo renuncie a los testigos de Jehová, era muy pequeño aun para entender, hace casi seis años. Ruth me ha contado que Claudio algunas veces lloró cuando veía a otros niños como él acompañados por sus padres en la predicación casa por casa, una rutina centenaria y característica de esa religión. Me echaba de menos. ¿Sería mejor si no hubiera renunciado?
De ninguna manera hubo ánimo conflictivo o saboteador en mi decisión de renunciar. Cuando las cuestiones son de sincera conciencia, las decisiones resultantes deben sobreponerse a las consecuencias más dolorosas, como el llanto de un hijo amado. Pucha, saber de su dolor me ha dolido también, su dolor inocente que hoy se ha transformado en resignación. Él ahora tiene trece años pero sé que en el fondo mi retorno lo haría inmensamente feliz. ¿Debería hacerlo o, al menos, considerar esa posibilidad?
“Es tan fácil separarse y destruir todo…”
Dejar de ser testigo de Jehová fue difícil pero creo que lo he soportado bastante bien, no es fácil tragarme el sapo de que todos mis amigos de quince años dejaran de hablarme de un día para el otro, pero me parece que ellos no consideran que quedarme habría sido imposible para mantener un mínimo de coherencia y respeto por ellos mismos y por nuestro dios. Me consideran un traidor, peor que si hubiera sido expulsado por ladrón e infinitamente más reprochable que cualquier persona extraña que les tira la puerta en la cara.
Charles Taze Russell, fundador contemporáneo de los testigos de Jehová |
Los meses previos a mi renuncia en diciembre de 2005 fueron insoportables para mí porque mi cosmovisión había cambiado completamente luego de un proceso de revisión de algunos puntos que yo consideraba importantes en lo personal. Me atreví a tal revisión al constatar que, con la Biblia en la mano y tantos años de leerla y conocerla, estaba en la capacidad de ejercer responsablemente una independencia de criterio, similar a la que tuvo Charles Russell (fundador de los testigos de Jehová a fines del siglo XIX) en su juventud, aunque en mi caso no existía ánimo alguno de alejarme o fundar un nuevo movimiento religioso. Tan idiota no soy.
La culpa no es tuya, es mía
Yo no seguí a algún extestigo de Jehová o algún crítico de otra religión, siempre quise garantizarme a mí mismo que todo lo que pudiera entender no fuera el resultado de una sumisión ante un líder desconocido, otra vez. De todos modos debo reconocer que sí leí algún material interesante y muy serio, entre lo que destaco a “Reflexiones WT” (reproducido aquí en 15 posts en febrero 2011) y principalmente a “Crisis de Conciencia” del ya fallecido Raymond Franz, exmiembro del Cuerpo Gobernante de los TJ. Más allá de las apreciaciones personales y subjetividades del autor, este último libro tuvo un efecto directo en mí: Desmitificó a la alta dirección de mi religión.
1983, por Ray Franz. |
En realidad el punto no era si los dirigentes de los Testigos tenían razón o se equivocaban en tal o cual doctrina, o si la organización tuvo o no un buen desempeño en tal o cual asunto. Eso lo encuentro secundario. El punto central era algo obvio pero imposible de visualizar tan claramente si no se asimila los relatos de Franz: Los dirigentes de los testigos de Jehová son completamente humanos, con errores y cualidades que vemos en cada esquina y que los hace tan falibles como cualquiera que lee o escribe este blog.
Tal vez un TJ diría “pero si siempre hemos sabido que los miembros del Cuerpo Gobernante son humanos imperfectos, ¿cuál es la novedad?”. Es cierto que esa es la declaración formal, pero también es cierto que a ellos se les considera “guiados por espíritu santo”. Esta última expresión debe ser comprendida en toda su dimensión y efecto psicológico. La cotidianeidad de los TJ evidencia que a los miembros Cuerpo Gobernante se les considera superiores en sentido espiritual, más sabios, más aprobados, más conocedores, en resumen, “más” en todo sentido. Una persona que proyecta esa imagen ante los demás virtualmente llega al nivel de infalibilidad, aunque en términos formales no se le atribuya esa condición.
Pues bien, cuando uno entiende lo que realmente significa que esos señores sean tan bienintencionados como falibles, entonces uno se siente en la libertad de ser adulto al analizar la Biblia, no solo porque ellos tienen limitaciones sino porque uno ya no es un ignorante bíblico luego de quince largos años de haber sido un cristiano entusiasta y serio cuando se trataba de tener las Escrituras en las manos, aun sin ostentar puesto alguno. En este nuevo escenario, uno se independiza en el mismo sentido en que se independiza de los padres al ser mayor de edad: Uno analiza y toma decisiones solo, y las opiniones de los padres dejan de ser vinculantes para pasar a ser consejos maduros y amorosos pero independientes. Los padres no se molestarían sino se alegrarían de que sus hijos lleguen a tal grado de independencia responsable.
Por ello, esta revisión no me llevó a la sublevación o a la protesta, lejos de ello, tomé como un asunto íntimo el plantear mis propias objeciones y cuestionamientos. Por supuesto, los TJ no iban a cambiar sus doctrinas en todo el planeta solo porque este flacucho estuviera en desacuerdo en tal o cual cosa, no me creo tanto. Pero tampoco me pasó por la cabeza salir de allí, estaba seguro de que las cosas seguirían tan tranquilas como siempre y que, confiando en mi sinceridad, Dios sabría cómo orientarme mejor.
Libertad a la cubana
Aquí llego al único punto medular por el que me tuve que ir y que a la vez no me deja volver: Sea cual sea mi opinión, y por más respeto y discreción que muestre al expresarla, vez tras vez se me conminó a callar y no comentar mis reflexiones con nadie. Se invocó a la actitud unificadora, es decir, que las diferencias de opinión son divisivas, no enriquecedoras, un concepto largamente anacrónico. Se llegó a afirmar que mis opiniones eran dudas o hasta debilidades espirituales. Eso es una falta de respeto, yo esperaba un trato horizontal, no para persuadir a la gente de cambiar de opinión, sino para expresarme libremente, siendo que los testigos de Jehová fueron una religión perseguida en muchos países y deberían reconocer mejor que nadie el valor de la libertad y el respeto a la diversidad. En resumidas cuentas, entre los TJ sólo hay libertad de expresión para aplaudir, como en Cuba. Se ve feo incluso que opines que el último discurso dominical simplemente no te gustó. Asfixiante. Preferí renunciar antes de convertirme en un amargado.
Tratar de explicar
Estos son puntos que no podía explicar a mi hijo cuando lloraba por mi ausencia. Un niño de apenas siete años no soporta estos temas tan densos y aun ahora que tiene trece es difícil de entender. En realidad es más fácil de entender si somos parte de una minoría civil. Ser indígena en medio de racistas, ser homosexual en medio de homofóbicos, ser mujer en medio de machistas, ser extranjero en medio de xenófobos, ser individuo en medio de masas, ser liberal en medio de conservadores, ser testigo de Jehová en medio de la cristiandad… o paradójicamente ser independiente en medio de testigos de Jehová, y mucho ejemplos más de cómo unos cuantos son arrasados por una mayoría sectaria y abusiva. ¿Eso lo entiende un niño que llora por la ausencia de su padre? Ni siquiera lo entienden muchos adultos.
Claudio ha pasado del llanto a la resignación, ¿qué sigue? ¿comprensión o resentimiento? Ojalá sea lo primero porque en gran parte salí por eso, porque conmigo afuera él tiene a alguien que lo ama tanto dentro como fuera de los testigos de Jehová, he aprendido en carne propia lo que es ser minoría en medio de sectarios (primero cuando me hice TJ y otra vez cuando dejé de serlo), eso y no otra cosa ha hecho de mí un liberal, no el deseo insano de vivir excesos con una venda en los ojos, sino el deseo de ser un individuo libre y positivo en un mundo que necesita propuestas y no griteríos catastrofistas.
El futuro nunca se va
No sé cuál es el futuro de mi hijo pero sé que, pese al dolor que ha sentido, aprenderá el valor de la libertad. He mirado al pasado y en este caso me ha dado pena pero no arrepentimiento, sé que de todas las decisiones posibles tomé la más angustiante para mi familia y, sin embargo, ahora saben que los amo y que no sé vivir sin ellos… y sé que me aman también tal como soy. Si Ruth entiende que en el fondo soy un buen tipo, ¿cómo Claudio no lo va a entender?
Al menos por ahora, no veo razones para volver a ser testigo de Jehová, salvo que extraño a muchos de mis amigos, gente muy noble como Kike y Rafo Mendoza, Antonio e Ivonne Alegría, Teresita y Verónica Zapata, Cristina Suárez, Antonio Quispe, la familia Murguía, Perita Medina, muchos más cuyos rostros me asaltan de vez en cuando, y el inmenso Juan Aguirre. A este último lo llevo en la pepa del alma, a personas como él se les acepta de buena gana hasta las bofetadas. Mientras me dure la vida los recordaré. De otros pocos me he olvidado, pero eso no tiene importancia.
¿Y Jehová y Cristo? Eso lo he conversado con ellos en privado, no creo que les cuente, lo cierto es que sólo me quedé sin religión.
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Eres un estúpido y lo sabes, mirate como andás, eres mentiroso, tu vida es una mentira, ahora y antes, ahora imagino eres mas infeliz. Tienes mas, pero has perdido todo, grandioso estúpido.
ResponderEliminarGracias por esos insultos y por tu buen deseo imaginario de verme infeliz. Es justo lo que uno necesita para saber cómo enrumbar su vida.
EliminarOye, un cristiano ejemplar no debería navegar por estos mares... cuidado que te pillen donde no debes y expresándote como no debes. Ah, claro, por eso no pones tu nombre. Pero Jehová sí ve lo que haces y dices, no lo olvides.