miércoles, 28 de agosto de 2013

Sancionando negros, paisanas y olvidando otras discriminaciones.


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En la televisión, como en todo aspecto de la vida, hay mucha degradación, muy pocas cosas rescatables y demasiada hipocresía.

La televisión peruana no es la excepción. El comediante Jorge Benavides es creador e intérprete de los dos personajes más odiados por los movimientos contra la discriminación racial: El Negro Mama y la Paisana Jacinta. Ambos personajes ya tienen bastantes años y desde su nacimiento han gozado de gran popularidad en los estratos más populares del país, incluidos los niños.

Organizaciones representativas de comunidades raciales, tal como LUNDU, colectivo que representa, o pretende representar, a los “afroperuanos” (como ellos prefieren que se les llame según Mónica Carrillo, su líder) les tienen en la mira desde hace bastante tiempo. Dicho sea de paso: yo soy “afrodescendiente” y me parece bastante atorrante esa denominación, copiada de los estadounidenses “afroamericanos”. Sí, alienación hasta en eso. En fin.

Como bien saben quienes siguen regularmente La Sala de Ensayo, este espacio promueve el respeto y la conviencia igualitaria y respetuosa de todas las razas, credos, opiniones, etc. y esto está demostrado en varios posts en los que he rescatado el valor y la belleza de cholos y negros.

Recientemente la televisora donde se difunde el Negro Mama ha sido multada por no pedir disculpas por este personaje, debiendo además retirarlo del aire. Por supuesto, todos los intelectuales, antirracistas, cuturosos y demás instruidos han aplaudido esta decisión. Yo no estoy tan seguro de aplaudir, eso es lo que pasa.

Mi amigo Rex Lupus también ha festejado la sanción en la misma tónica de los demás felices: Que el Negro Mama y la Paisana Jacinta son esperpentos que perpetúan estereotipos y prejuicios contra las razas negra e indígena. Allí yo encuentro, le decía, algunas cosas confusas que no me permiten apoyar el apanado de los instruidos en contra de estos personajes de la cultura popular.


Aclarando.

La Paisana Jacinta
Ante todo un par de aclaraciones: En ningún momento he dicho ni creído que el Negro Mama y la Paisana Jacinta me parezcan plausibles o algo por el estilo, no es mi intención defenderlos ni limpiarlos, solo llamar la atención a ciertas paradojas en la censura que se hace de ellos. En segundo lugar, sé que esto que propongo es muy largo de tratar y por lo mismo hubiera preferido conversarlo personalmente con el buen Rex. Pero es un tema tan interesante que creo que es mejor postularlo públicamente.

Sé que deslizar la posibilidad de que estos dos personajes no sean censurados es ir a contracorriente en círculos intelectuales y en redes sociales. Pero, bueno, estoy acostumbrado desde la adolescencia a la confrontación y a ser políticamente incorrecto, pero siempre éticamente coherente, al menos en lo posible y consciente. Lo que no me gusta para nada es que se interprete de forma equivocada los argumentos que estoy dando. Los desacuerdos los aplaudo, las distorsiones, no.

Inicié el diálogo de Facebook poniendo como ejemplos a Cantinflas y a El Chavo. No se trata de evaluar a estos dos personajes mexicanos desde su consagración actual, famosos y aceptados, sino cuando nacieron, allí cuando generaron controversia. ¿Qué dice la historia respecto a ellos?


El exitoso Charles Chaplin latino.

Cantinflas look, muy vigente
Cantinflas no era simplemente un gracioso hombre pobre de los años 40 y 50 del siglo XX. Le caracterizaba su pésimo modo de hablar, su pillería, ser un vagabundo, mal vestido, ocioso y astuto. Era un típico “pelado”, un marginal, un vulgar, un lumpen popular.

Tratemos por un momento ubicarnos en aquellos tiempos, donde la formalidad y la cultura eran la marca que distinguía a las sociedades de aquellos tiempos, de los tiempos de las fotos de “Lima Antigua”, que tanto nos encantan.

En esos tiempos Cantinflas hasta osaba faltar al respeto a las autoridades con puros juegos de palabras, y a las mujeres lanzaba piropos que ningún hombre sensato se hubiera atrevido en sus tiempos. Por ejemplo, en una de sus películas Cantinflas está en una cena de gala y un amigo suyo le presenta a una joven bellísima y notoriamente escotada. El amigo comenta en presencia  de ella: “Es una belleza sin par”. Y Cantinflas le responde, allí, frente a ella: “¿Sin par? ¿Cómo que sin par?” mientras le lanza una mirada de reojo a sus pechos, ante la incómoda perturbación de ella. Graciosísimo en estos tiempos pero en aquellos ¿quiénes eran los que se reían?

Un padre de familia jamás habría permitido que sus hijos crecieran viendo a Cantinflas, quien incluso llevaba los pantalones a la mitad de la cadera, sí, hace 70 años, tal como hoy los llevan los pandilleros y algunos despistados que creen que se ve bien. ¿Qué impacto creemos que tuvieron inicialmente en la sociedad instruida y profesional de su tiempo, a la cual pertenecemos hoy nosotros?

Sin embargo, a la luz de los años, es evidente que Cantinflas no era -ni pretendió ser- un saboteador de la sociedad, más bien deslizaba crítica social, el hombre que viene de abajo, racialmente un mestizo, un negro-indio urbano, iletrado pero empeñoso que sale adelante a pesar de que todo el sistema ha sido diseñado para que el pobre permanezca pobre. Un tipo sin ninguna instrucción, sin oficio ni conocimiento alguno, sin ropa decorosa para trabajar, de pésima habla, pero honesto, quien vence todas las desventajas en base a habilidad y trucos que sacan la vuelta al abuso que viene de arriba. ¿No les suena familiar?


¿Qué hay de El Chavo?

El Chavo apareció unos treinta años después de Cantinflas, pero la tónica no se aleja demasiado en concepto y en el efecto que causó inicialmente y por mucho tiempo en los círculos intelectuales y más instruidos de la sociedad mexicana y latina. Una comedia que aparentemente hace sorna de un niño abandonado, callejero, sucio, que tiene casa pero abandonado como un perro en la calle, que no tiene qué comer y se relame cuando otros sí pueden comer gracias a que tienen padre o madre. Es tan marginal que ni siquiera tiene nombre conocido. Vive en una vecindad, agrupamiento tradicional de la ciudad de México donde se comparte todo, y que mientras más patios tiene más pobre se es si vives más al fondo. Algo así como los callejones de un solo caño de la Lima de mediados del siglo XX. ¿Quiénes vivían allí en la vecindad del Chavo? ¿Acaso blanquiñosos instruidos? No, todos los personajes son, de un modo u otro, estereotipos. De entre ellos el más genial sin duda es Don Ramón, mi héroe. Pero no deja de ser un estereotipo.

Coscorrón habitual en una vecindad sin negros
En El Chavo hubo muy poca crítica social o política, pero se apeló a valores positivos como la solidaridad, la fraternidad, el esfuerzo personal, el cariño natural, para sobreponerse a situaciones que en otro caso se suele reclamar al gobierno.

Tal vez porque la carga crítica fue mínima, El Chavo fue duramente criticado por banalizar o hacer sorna de un problema que en realidad es trágico: El abandono y el abuso infantiles. Hoy suena demasiado rudo con este programa. Claro, suena exagerado porque han pasado los años y porque nos ha gustado y nos hemos reído muchísimo desde niños, todas las familias del mundo. Sin embargo hay que reconocer que hay aspectos de El Chavo que no son plausibles: Gran parte de los gags se basan en violencia física: Los “coscorrones” de Don Ramón al Chavo, los pellizcones a Quico, las bofetadas de Doña Florinda a Don Ramón, los golpes del Chavo al Señor Barriga, etc. Todo esto sin contar con las burlas al físico de los demás, como la delgadez de Don Ramón, la estatura de La Chilindrina y de Girafales, los cachetes de Quico, el sobrepeso de Ñoño y el señor Barriga, la edad de Doña Clotilde, además de apodarla Bruja siendo una persona mayor. Y un largo etcétera. Todas estas son cosas absolutamente inaceptables socialmente, pero ahí están. Ninguna comedia actual debería apelar a estos recursos, de hecho, ya no se produce comedia de esa forma.


Los que brillaban por su ausencia.

Lo que he querido decir es que cada personaje apela siempre a estereotipos, es inevitable porque se recurre a la memoria colectiva. ¿Por qué no hubo racismo en Cantinflas o El Chavo? ¿O realmente sí lo hubo? Nunca percibimos racismo simplemente porque nunca hubo nadie “diferente” racialmente entre sus personajes. No hubo siquiera un negro en la vecindad. ¿Es casual, es bueno, es malo? ¿Cómo hubiera sido la vecindad con un niño negro o indio allí? Los negros y los indios campesinos fueron invisibles para Cantinflas y El Chavo. Simplemente no existieron. Esto también es malo, malísimo. Pero los aceptamos de buena gana.

Con esto, insisto, no quiero decir que debamos defender ni aplaudir al Negro Mama ni a la Paisana Jacinta, ni tirarnos abajo a Cantinflas o El Chavo. Lo que sí creo es que debemos verlos como lo que son, personajes ficticios y estereotipados producto de su tiempo. Y que los personajes más modernos deben mostrar avances en su modo de hacer comedia popular. Me he reído con éstos tal como me he reído con Cantinflas y El Chavo. No creo que deba tener sentimientos de culpa por ello. Creo que es muy positivo hablar de todo esto porque nos obliga a reflexionar sobre el racismo en la comedia popular. Pero tengamos cuidado con terminar siendo sacerdotes, escribas o fariseos que se rasgan las vestiduras por la cultura popular, la cual siempre sabe a chabacana en el paladar de los entendidos y los apóstoles intelectuales.


Recordando a los acomplejados intocables.
  
Martín Farfán
estereotipado
Esas son algunas de las paradojas a las que me refería, mi estimado amigo Rex. Algunas, no todas, porque lo otro es que LUNDU parece tener ojeriza solo por el Negro Mama pero no le hace ninguna mella los incesantes chistes y referencias racistas en el resto de la televisión peruana, particularmente en el programa “Recargados de Risa” en donde el negro Martín Farfán va más allá de solo reírse de sí mismo y se convierte en un traidor, en un felipillo al servicio del racismo antinegro. Martín Farfán hace que quienes tenemos ascendencia negra nos sintamos traicionados, sistemáticamente se coloca en posición genuflexa ante libretos y personajes humillantes para los “afrodescendientes”, como delicadamente prefieren algunos llamar a los de raza negra. El Negro Mama es un personaje ficticio, pero Martín Farfán es real, de carne y hueso. Martín Farfán me ofende hasta el punto de que me parece un vulgar mequetrefe, un adefesio humano. No lo respeto ni pizca.

Desconozco las razones, pero ante esto LUNDU no dice nada, probablemente porque Martín Farfán es descendiente del gran Nicomedes Santa Cruz, lo cual parece darle licencia para pisotear nuestra raza. Por cierto, de don Nicomedes se puede decir mucho también. Notarán quienes le han leído que él también escribió décimas que hoy deberían ser deploradas. Por ejemplo, una de sus más conocidas décimas es “No me den cholo que mande”, una larga serie de prejuicios y estereotipos claramente racistas y acomplejados contra cholos, negros e incluso blancos. Allí, huelga decirlo, LUNDU tampoco dice ni pío. Claro, parece que el racismo sí vale cuando quien lo profiere es una conformista víctima de dicha discriminación. Mama, ¿te leo esto?:


No me den Cholo que Mande


No me den cholo que mande,
no me den blanco sin plata,
no me den negro elegante,
ni mujer hermosa... beata.

Esa fingida humildad
con que el serrano obedece
al punto desaparece
si le dan autoridad:
Exige puntualidad,
apura al chico y al grande;
no hay mirada que lo ablande
ni sudor que lo doblegue...
Aunque la hambruna me llegue
no me den cholo que mande.

El rico venido a menos
-llamado aquí "blanco pobre"-
es un tipo sin un cobre
que finge bolsillos llenos.
Odia los bienes ajenos
porque el ayuno lo mata.
Al fin estira la pata
recordando sus blasones...
Si me han de mandar patrones,
no me den blanco sin plata.

El negro, futre palé,
a su raza desestima,
se echa lo que gana encima
y se luce en el "Café".
Francamente, yo no sé,
a qué viene tal desplante,
si no usa desodorante
ni le dura limpio el cuello,
así, con falso resuello,
no me den negro elegante.

No me den hombre que llore,
ni me den mujer que jure,
no me den chino que cure,
ni médico que enamore.
Soltera que descolore,
ni casada siempre en bata;
cura que dé serenata,
ni estudiante con "bluyín".
Ni fea con camarín,
ni mujer hermosa... beata.

Pero por lo que Dios más quiera,
¡no me den cholo que mande!



Nicomedes Santa Cruz
estereotipado
¿Basta que sea Nicomedes Santa Cruz para que nos sintamos en la obligación de aplaudir esto? ¿Por qué LUNDU, otros intelectuales y organizaciones no dicen nada al respecto? ¿Acaso esto no es tanto o más repudiable que el Negro Mama y la Paisana Jacinta? ¿Cuál es la diferencia de fondo? ¿Qué pasaría si estas décimas hubieran sido creadas y recitadas por Jorge Benavides interpretando al Negro Mama, o por cualquier hijo de vecino en Youtube? ¿Cuál sería la reacción? Ojalá me deje entender.


La discriminación de los antidiscriminadores.

O sea, seamos transparentes en nuestro análisis. Lo que yo veo en los intelectuales es que se han entregado a agarrar de piñata a un par de personajes cuyo autor no pertenece a la alta alcurnia intelectual limeña ni acude a coctelitos izquierdosos. No están midiendo con la misma vara todos estos casos. No caigamos en este absurdo apanado parcializado, complaciente con Cantinflas, El Chavo, Martín Farfán y Nicomedes Santa Cruz pero implacable con el Negro Mama y la Paisana Jacinta.

Me siento muy feliz de decir que tengo ascendencia negra por parte de mi madre y también ascendencia indígena campesina por parte de mi padre, con otros matices menores que desconozco mayormente. No me siento en la obligación de nada con respecto a tal o cuales personajes, ficticios o reales, vivos o muertos. Solo me siento obligado con la transparencia, la equidad y contra la discriminación de cualquier clase. Ética, pues.