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Esta semana se ha cumplido un año
más de ocurrida la mayor masacre contra la lucha por la libertad en China: El 4
de junio de 1989 la dictadura comunista china reprimió de la forma brutal e
inhumana una pacífica pero masiva manifestación estudiantil en la Plaza de
Tiananmen, en Pekín. Los universitarios, hijos de la reforma educativa de
aquellos tiempos, entendieron que es imposible ser culto sin libertad
individual y sin elecciones libres.
Uno de los lemas que portaban,
“Dame libertad o dame muerte” demuestra que ellos no estaban haciendo una
manifestación anticomunista ni procapitalista, ellos apenas estaban pidiendo
libertad, estaban pidiendo la libertad de la que debería disfrutar cualquier
persona normal: Poder pensar, opinar, expresarse, elegir sin un Estado que los
controle o supervise. Ninguna de dichas libertades existía antes de ello y la
situación no mejoró después de la matanza. No solo eso, la generalidad de la
población china nunca pudo saber los hechos porque el gobierno de ese país
controla los medios de comunicación y prohibió que estos asuntos fueran de
conocimiento general.
Aun hasta hoy, el gobierno comunista chino no informa a
sus ciudadanos sobre aquellos acontecimientos y, cínicamente, expresa su
rechazo y que en otros países se hable de sus prácticas criminales aduciendo
que se trata de “asuntos internos”. En la temporada de aniversario, las
restricciones ainternet se incrementan de forma sorprendentemente eficaz, de
modo que resulta imposible para un chino hacer búsquedas o publicaciones que
hagan menciones como “Tiananmen”, “masacre”, “genocidio”, “1989”, e incluso
bloquea cualquier fotografía o imagen alusiva al mayor acto de violación de los
derechos humanos de los últimos tiempos.
Sin embargo, gracias a agencias
extranjeras y a algunos afortunados disidentes chinos, pudo conocerse estos
atroces acontecimientos y hasta pudimos ver cómo un solo joven estudiante
desafiaba a un enorme tanque militar comunista sin más arma que su propio
arrojo, sin palo, piedra ni arma alguna. De pie, acompañado solo con su
convicción por la libertad, este hijo de la Libertad nunca se sintió intimidado
por quienes se creen dueños de toda una nación y de las conciencias de sus
ciudadanos.
VERGÜENZA AJENA
Cuánta vergüenza ajena producen
quienes aquí en Perú, desde la izquierda admiradora del régimen chino, hablan
de abuso cuando los antimineros arrojan piedras a la policía y ésta intenta
restaurar el orden con bombas lacrimógenas y balas. “Piedras contra balas”,
dicen. “Dictadura minera-militar”, dicen. Es cierto que ha existido -y aun
existe- muchas veces brutalidad policial en estos intentos por restablecer el
orden, pero llama la atención la doble visión, la doble moral de victimizarse por
los conflictos locales mientras son indiferentes a los miles de muertos
indefensos de China. Se han refugiado en el pretexto ambientalista, el nuevo
disfraz de los que buscan agudizar las diferencias, la lucha de clases y la
agitación, no permitir ni facilitar el entendimiento ni el diálogo.
Cuánta vergüenza ajena producen
quienes aquí en Latinoamérica, desde la izquierda admiradora del régimen chino,
hablan de antiimperialismo yanqui cuando ellos también promueven una red internacional
ideológica extranjera que no ama la libertad de todos. La vergonzosa
experiencia castrista de Cuba a ellos no les dice nada. Ya quisieran ellos que
el gobierno ecuatoriano se adueñe de los medios de su país. Una y otra vez
encontramos que pretenden entrar y nunca más salir del poder. Han mentido
miserablemente para acceder al poder, como cuando Chávez decía que Fidel era un
dictador mientras era candidato. Esas mentiras no le molestan a la izquierda
latinoamericana, pero sí se enojan cuando su candidato peruano Ollanta Humala
cambia a la derecha y lo acusan de traidor. Pero no dijeron ni pío cuando Humala
usaba la misma táctica mentirosa de Chávez respecto a Cuba y Venezuela firmando
Hojas de Ruta para la derecha. Esas mentiras sí les han parecido apropiadas.
Cuánta vergüenza ajena producen
los empresarios del mundo y sus títeres a quienes llamamos “presidentes”,
cuando babean de codicia mercantilista por hacer negocios con la China genocida.
Ellos festejan sus Tratados de Libre Comercio, se frotan las manos por sus
pingües ganancias proyectadas. A ellos no les importa el rojo sino el verde, no
el verde de la naturaleza sino el verde del dinero, no importa Tiananmen, no
importan los muertos, no importan los perseguidos, no importa la libertad que
no existe en China.
Los presidentes firman tratados
para que no los acusen de ineptos ni reaccionarios, que no los acusen de un
estúpido romanticismo porque lo principal es la plata, no la libertad de
expresión ni los muertos en país ajeno. No conviene políticamente buscarse
reproches con los electores para defender a las víctimas extranjeras. A los
políticos no les vale la pena.
Porque todos fueron felices a la
olimpiadas del 2008, todos firman TLCs, todos ofrecen mercados a los productos
chinos, todos quieren hacer negocios con China, por eso nadie quiere hablar de
los muertos de Tiananmen, nadie quiere aguarse la fiesta. Como putas en ganga,
como andrajos en remate, presidentes y empresarios arrastrados ante el dinero
asiático manchado de sangre.
Los noticiarios han dejado a un
lado el aniversario de tan brutal matanza, ninguno ha hecho mención de miles de
muertos y mutilados que hasta hoy no encuentran justicia, miles de conciencias
que parecen haber luchado en vano. Queremos dinero y esa es la verdad, por eso
no nos molesta la sangre lejana pero nos encanta el dinero cercano. Los medios
han preferido hablar de fútbol o del jubileo de la Reina antes que luchar por
la libertad, publicistas del olvido y la inacción.
China necesita otra bandera, otros
dirigentes, no merece asesinos impenitentes que solo se han acercado a
Occidente por negocios pero no creen en la libertad. El rojo de la bandera
china hoy representa toda la sangre derramada por décadas por ese régimen
asesino. ¿Por qué el mundo bloquea a Cuba pero no a China? ¿Por qué los jóvenes
muertos chinos de Tiananmen valen menos que los cubanos de Miami? ¿Por qué
somos valientes con el pequeño pero no con el grande? ¿Por qué somos tan
cobardes, indolentes e hipócritas en el resto del mundo?
Mientras tanto, las muertes de
Tiananmen cumplen un año más de perpetradas. Yo era un adolescente
universitario cuando ocurrió el genocidio. Esos jóvenes muertos deberían tener
mi edad, esos jóvenes muertos deberían hoy estar escribiendo con esta misma
libertad con que yo lo hago ahora y leyendo con la misma libertad con la que
ustedes leen esto ahora. Esos jóvenes deberían estar educando a sus hijos
festejando su libertad.
Pero ellos están muertos y no leen
ni escriben más. Nunca supieron la dicha de tener hijos. Los nuevos jóvenes
chinos tampoco pueden leer ni escribir libremente, son analfabetos de la
libertad. Peor aún, así como a televisión basura nos contamina aquí en
Latinoamérica, allá en China el vil metal mercantilista occidental hace que
millones crean que ahora lo tienen todo en sus bolsillos cuando no tienen lo
más importante en su espíritu. No, la libertad no puede ser solo económica.
¿De qué sirve el dinero y la
prosperidad material si luego no puedes expresarte ni cumplir tus sueños libremente?
¿De qué han servido todas esas muertes de Tiananmen y toda la riqueza si los
actuales jóvenes no se integran al libre pensamiento global? ¿Qué sentido tuvo
ese heroísmo si nadie lo recuerda ahora?
No hay sistema perfecto, pero
ninguno es tan imperfecto y brutal como una dictadura, sea de derecha o de
izquierda, aun si fuera popular. La popularidad de un dictador no lo hace menos
dictador. China es milenaria pero su dictadura solo es centenaria, lo cual
igual es demasiado tiempo. Se cumplen 23 años de Tiananmen y el mundo no parece
interesado en acabar con este abuso comunista, el mundo no parece interesado en
honrar a los muertos más allá de unos cuantos discursos y la mera palabrería.
¿Qué más podemos hacer, cada uno
de nosotros? Denunciarlo, no olvidarlo jamás. Pero es muy importante ejercer
nuestro propio bloqueo y veto a China. No consumamos productos chinos, porque
el nuevo sistema híbrido comunista-capitalista chino se basa en que con
bolsillos llenos y negocios pujantes nadie les dirá nada.
Recordemos: Cuando compramos
productos o servicios hechos en China estamos validando lo que ese gobierno hace
contra su propia población, estamos complaciendo y financiando a esa banda de
criminales y genocidas que manejan China.
No se trata de matar de hambre a
los pobladores chinos, se trata de enviar este mensaje a su gobierno: Que tal
vez los comunistas chinos hayan decidido aliarse a los empresarios mundiales
para lograr la pasividad del resto de gobiernos del mundo, pero hay una
población que no olvida a muertos inocentes que solo querían libertad. No
podemos seguir premiando a los genocidas. No compre productos chinos, no
consuma productos fabricados en China, aun si son marcas extranjeras en ese
país.
Eso sí, apoyemos los servicios de
pobladores chinos migrantes fuera de China, quienes han huido del hambre y de
la esclavitud mental. Asegurémonos de que nuestro dinero apoye la libertad, no
el crimen impune.
No olvidemos Tiananmen, no olvidemos
la libertad que otros no tienen.