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Hoy es muy fácil agarrar de
piñata a Omar Chehade, caído en desgracia por muy aparentes actos de
corrupción, así que yo no voy a añadir más. Probablemente en unas semanas más le
desaforarán del Congreso para que vaya al Poder Judicial a ser enjuiciado y
además dejará de ser vicepresidente de la República. Ni Kafka.
Lo que a mí me ha llamado la
atención es su reacción en Twitter, como si fuera un autista, para agradecer al
país por su apoyo en este trance. No
hace falta la encuesta de Apoyo en la que sólo lo aprueba el 8% de la población
para darse cuenta de que Omar es políticamente más huérfano que Adán.
Omar, en nombre de los recuerdos
de nuestra niñez, en nombre de nuestra comunidad escolar, te suplico que dejes
de encerrarte así, ridículamente, de la realidad.
Bueno, a todo esto, yo te
entiendo.
Por ejemplo, todos los
integrantes de la promoción 1987 del Colegio Champagnat estamos cumpliendo 41
años de edad y en general los varones latinos le tenemos terror a la base
cuatro porque sabemos que nos toca pasar por el urólogo o, mejor dicho, que el
urólogo pase por nosotros.
Un amigo policía, César Heredia,
trabajaba en Paneles Napsa como vigilante en sus horas libres. Como él es mayor
y ya pasó por los cuarenta hace rato, solíamos preguntarle si ya se había hecho
el examen de próstata, o más crudamente, el tacto rectal.
“¿Y si me gusta?”, preguntaba
ingenuamente el zambito de verde al preguntarle por qué se negaba al examen.
Muy gracioso, pero cierto para él, una duda razonable, especialmente porque
siempre se dice que el punto G de los hombres está precisamente allí, en la
próstata.
Él y otros muchos se niegan a ver
la realidad médica a la que se exponen por ese miedo. En fin, más miedo le
tienen al menoscabo de su virilidad que al cáncer, es que no es fácil que a uno
le metan el dedo, especialmente si quien lo hace es otro hombre, aun en
circunstancias puramente médicas, no eróticas o románticas.
Mira Omar, te cuento, en unas
cuantas horas me toca debutar en estas lides, perder la virginidad prostática.
Ojalá no me duela ni me guste. Ni tan, tan ni muy, muy. Porque otro amigo del
trabajo, Pedrito Calderón, me vino a contar que el año pasado le gustó más el
examen porque este año el doctor había sido “un poco brusco”.
Suplico cariño a quien se encargue
de mí, si fuera tan amable. Yo creo que me vendrán a la memoria todas las
bromas, toneladas de ellas, que he hecho y he escuchado durante años sobre este
tema, y me reiré mucho mientras el doctor deambule dentro de mí. Espero que
esto no lo ofenda, doctor, no es amor ni me reiré de gusto, solo yo soy un
humano entregado de buena gana a todo lo que hace para poder hacerlo bien.
Porque lo que se hace a la fuerza se hace mal.
Volviendo a ti, amigo Omar,
entiendo que no quieras ver lo políticamente destruido que estás, tal como
muchos viejos creen que las enfermedades pueden prevenirse por medio de no
prevenir. Como mi viejo, quien después de los 70 insiste en mantener la
retaguardia en condiciones primaverales. Está un poco loco.
Allá cada quien, al final somos
dueños de nuestro destino. A mí me van a revisar la próstata pero no estoy
destruido políticamente. Omar, yo entiendo que a ti te tocan ambas cosas y eso
no es fácil de aceptar.
La verdad es que sólo te apoyan
unas cuantas viejas peseteables, unas cuantas tías sin mayor beneficio que el
ocio desvergonzado y parasitario. Que
unos cuantos desocupados carguen carteles y suelten vítores no te ayuda, al
contrario, te desluce. En serio.
¿Qué dirán nuestros amigos, qué
dirán los profesores del Champagnat? ¿Qué dirán Chiricuto o el indestructible
hermano Mateo? ¿Qué dirá Chepito al recordar los feroces debates por la
estatización de la banca, tu admiración por Piérola y Haya de la Torre? ¿Qué
estará pensando Pancho? ¿Cómo le explico a mi hijo que las celebridades de la
promoción no saben comportarse, que sólo nos quedan Christian Meier y Carlos
Thornton? ¿Le digo que eres de La Repa? ¿Cómo haremos en el 25° aniversario de
nuestra promoción, apenas el próximo año?
O sea, no me queda más remedio
que lanzarme a la sucia política, a la mediocre actuación, al canto
destemplado, al deporte fracasado, o a cualquier cosa que distraiga la
atención. Sé que yo sería inepto en cualquiera de estos campos, pero no
corrupto, al menos en eso vamos avanzando.
Sé que nuestra patria está llena
de hipócritas y oportunistas, qué duda cabe. Sé perfectamente que quienes hoy te
linchan, querido Omar, son los mismos que antes te hubieran tocado la puerta
para pedirte algún favor inapropiado. Lo sé, yo también soy peruano.
Es más, Omar, luego de las
elecciones mi pata Hans Vidal se lo pasaba animándome burlonamente a visitarte
para dichos efectos, que cuál sería el puesto que te pediría. Cómo jodía Hans
con esas bromas. Ahora que lo vi en el fulbito se ha cagado de risa
imaginándose que mi camaronería no me habría durado más que unos cuantos meses.
Justo lo que yo le decía, que yo jamás te buscaría porque a mí me gusta
trabajar, como buena lorna.
Ahora estás imaginando que la
gente te apoya mientras yo estoy imaginando que saldré indemne de mi examen de
próstata. Yo entiendo a los autistas, Omar, yo entiendo.
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