domingo, 4 de mayo de 2014

¿Cuestión de amor, de libertad, de leyes, de mayorías, de Dios, o de ninguno? (3)


¿Por qué a las religiones no les basta con tener sus propias reglas internas y convicciones para sus feligreses, a la espera de que éstos conduzcan sus vidas según la moralidad aprendida en su comunidad? ¿Por qué insisten en que las leyes -que son de todos- reflejen sus propias convicciones?

Es difícil de entender y apoyar todo ese esfuerzo por presionar  y persuadir a las autoridades para que las leyes reflejen las convicciones morales de los grupos religiosos. En realidad el matrimonio o unión civil entre personas del mismo género demuestra un grave vicio de casi todas las religiones: Más allá de cualquier crítica fundada que tengan hacia la moralidad del mundo, ellas están siempre involucrándose en asuntos jurídicos, políticos y legales del mundo. ¿Es esto lo que Dios espera de ellas?

En esta tercera y última parte no perderé el tiempo ni el espacio tratando de convencer a los religiosos de lo conveniente de que la ley diga tal o cual cosa. Las religiones merecen un trato mucho más enérgico y directo. ¿Están haciendo las cosas a la manera del Dios al cual sirven? Este es un breve repaso de lo que realmente dice la Biblia sobre la relación Iglesia-Estado.


¿SE ACUERDAN DE CRISTO?

El apóstol Pablo en su primera carta a los cristianos corintios les dijo: "Háganse imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo" (1ª Corintios 11:1). Este texto es muy interesante porque marca la pauta sobre cómo los cristianos deberían llevar sus creencias, su estilo de vida, sus valores, etc., sea como individuos o como institución. Partiendo de este principio las iglesias cristianas y sus feligreses harían bien en preguntarse: "¿Cuál es el ejemplo de Pablo y Cristo? ¿Se involucraron ellos en asuntos tales como las leyes que proyectan o promulgan los Estados?".

En efecto, NO HAY UN SOLO TEXTO en todo el Nuevo Testamento en el que encontremos a alguno de los apóstoles o al propio Jesucristo diciéndole a los romanos cómo ejercer su autoridad. No hay ninguna referencia en la que alguno de los cristianos, con o sin autoridad religiosa, hiciera condena o hiciera participación activa en la política del mundo. Estaban demasiado ocupados en su verdadera misión: Difundir el mensaje cristiano y fortalecer a sus hermanos de creencia.

Algunos corren a deslindar: "Esos eran otros tiempos, ahora el cristiano hace bien en proponer leyes, en involucrarse en los asuntos de su comunidad, de su patria, en buscar soluciones". Pero precisamente de ahí nació la unión entre la Iglesia y el Estado. Apenas murieron Cristo y sus apóstoles, los demás cristianos olvidaron por completo el consejo de imitarlos y fueron seducidos por el poder, precisamente el mismo poder que inspiró a los fariseos a matar al salvador.


LA NOSTALGIA POR EL PODER

Es cierto que hoy ya no hay unión FORMAL entre la Iglesia y el Estado, pero tercamente las iglesias insisten en meter la nariz en los asuntos del mundo político y civil en vez de concentrar todas sus fuerzas en persuadir a más personas de servir a Cristo, lo cual, probablemente, les daría mejor efecto en la población a largo plazo.

Las iglesias y muchos de sus feligreses  han abandonado su labor espiritual para irse detrás de los lugares más prominentes de la política mundial. Los clérigos de todas las religiones gustan de ser invitados a las convocatorias que hacen los políticos oportunistas para fingir que les importa un pepino el bienestar de la población. Ni siquiera a los feligreses les interesa seguir el ejemplo de Pablo y de Jesús, ellos también prefieren la política y el protagonismo mediático.


¿Y A TI QUÉ TE IMPORTA?

Es especialmente llamativo lo que dijo el propio apóstol Pablo a los cristianos cuando se trataba de la moralidad y conducta de los integrantes de la iglesia cristiana y de quienes no son parte de ella. En este sentido dijo lo siguiente en la Primera de Corintios 5:9-13:

En mi carta les escribí que cesaran de mezclarse en la compañía de fornicadores, no queriendo decir enteramente con los fornicadores de este mundo, o personas dominadas por la avidez y los que practican extorsión, o idólatras. De otro modo, ustedes realmente tendrían que salirse del mundo. Pero ahora les escribo que cesen de mezclarse en la compañía de cualquiera que, llamándose hermano, sea fornicador, o persona dominada por la avidez, o idólatra, o injuriador, o borracho, o que practique extorsión, y ni siquiera coman con tal hombre. Pues, ¿qué tengo yo que ver con juzgar a los de afuera? ¿No juzgan ustedes a los de adentro, mientras Dios juzga a los de afuera? Remuevan al hombre inicuo de entre ustedes.

Fíjense bien lo que acabamos de leer, si quieren léanlo otra vez, muy despacio. A Pablo y a los cristianos NO LES INCUMBE lo que hagan quienes no son parte de su iglesia, de hecho, Pablo ni siquiera prohíbe a los cristianos tener contacto abierto con personas con moralidad diferente (como gays, por ejemplo). Los cristianos más bien se preocupan por quienes están dentro de su fe.

Consecuentemente, no tiene ningún sentido que los clérigos y sus parroquianos estén metiendo las manos en lo que hacen "los de afuera" con sus leyes. Si los gays quieren y logran casarse civilmente es algo que a ningún cristiano le incumbe. Este texto es clarísimo: Los cristianos, sean dirigentes o no, deben concentrarse en sus propias necesidades espirituales, no en lo que ocurre "afuera".

Lo que esto conlleva finalmente es una posición neutral respecto a los asuntos del mundo civil o político. Los cristianos sinceros no apedrean jurídicamente a los pecadores, sino que los atraen. El amor atrae y libera, no esclaviza por la fuerza. El cristiano no lucha por aislar jurídicamente a los gays ni hace marchas para ejercer presión social ni política hacia "los de afuera".

Leo estas palabras de Pablo y me pregunto cómo hicieron las iglesias de la cristiandad para alejarse tanto de este pensamiento, si está tan claramente escrito allí en la Biblia que todos tienen en sus propias casas.

Cuando veo el sufrimiento innecesario que pasan mis amigos gays no me dan pena ellos: Me da indignación cómo quienes se dicen esclavos de Cristo en realidad son esclavos del prejuicio y de sus propios complejos de superioridad moral. En vez de limpiar sus propias casas han preferido limpiar casa ajena, contradiciendo el libro que ellos pomposamente llaman "palabra de Dios".


LA BIBLIA Y LOS CRISTIANOS

Me da la impresión de que la Biblia es un libro que la mayoría de cristianos lee sin entender, tal vez porque los ciega el deseo de ejercer poder e influencia sobre el mundo, no lo sé. Supongo que finalmente todos queremos lo mejor para los demás, pero tenemos que entender que no podemos obligar a nadie a pensar y sentir lo que no le nace.

Los cristianos sinceros tienen la obligación moral -esa sí- de difundir un mensaje de esperanza y cambio personales a toda la gente que encuentren. Pero, como hemos visto, esto no puede incluir el maniatar ni a homosexuales ni a nadie de forma que los obliguemos a ser unos marginales civiles. Eso no es amoroso, es completamente abusivo y cruel.

Me sorprende particularmente que religiones minoritarias se opongan a la libertad individual de quienes no son parte de su comunidad. Quienes han soportado el ostracismo legal, quienes han sufrido persecución y discriminación social y legal deberían ser los mejor capacitados para comprender el valor de la libertad, no solo la suya, sino la de todos los demás. Es penosamente desconcertante que tomen una posición de superioridad moral y se unan a una mayoría intolerante que en el pasado también les hizo sufrir la exclusión.


HACIÉNDOSE EJEMPLOS MÁS BIEN QUE DUEÑOS DE LA CONCIENCIA AJENA

Termino esta serie con un texto bíblico, no para fariseos ni hipócritas religiosos, sino para quienes con sinceridad quieren seguir el luminoso ejemplo de Pablo y Cristo en vez de apedrear a los demás:

Mateo 5: 14-16
Ustedes son la luz del mundo. No se puede esconder una ciudad cuando está situada sobre una montaña. No se enciende una lámpara y se pone debajo de la cesta de medir, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así mismo resplandezca la luz de ustedes delante de los hombres, para que ellos vean sus obras excelentes y den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos.