domingo, 23 de diciembre de 2012

Así es el amor

.

Muchas veces publico fotos o comparto artículos periodísticos en Facebook que me parecen interesantes por su contenido histórico, político o social; por ejemplo, fotos antiguas de la ciudad, declaraciones políticas o análisis de especialistas.

Pero no suelo poner pensamientos cursis, y menos pongo que estoy comiendo un pollo a la brasa en un restaurante que a nadie le incumbe ni interesa. Sin embargo, me daba vueltas algunas paradojas de nuestro mundo, por eso hace unos días escribí lo siguiente en mi muro de Facebook:

“Si la Navidad no son regalos, ¿por qué insisten en dar regalos?”


Mucho amor: Diamante y rubíes
Más que estar en contra del dar regalos o de la Navidad misma, mi enojada pregunta enfocaba la paradoja en la que nos encierra esta fiesta -que declara amor- mezclada con nuestro ya proverbial pero repotenciado materialismo. Básicamente, todos damos regalos por cariño a sus destinatarios, eso es bastante obvio, sin embargo, muchos de los que son confrontados con esta Navidad Materialista insisten en decir que lo importante en Navidad es “dar con amor”. Sí, claro.


Dudo que alguien se desprenda de un solo centavo si no tiene un buen motivo detrás. No me voy a referir al evidente caso de darle regalos al jefe, al cliente, al casero, o al alcalde de la ciudad para que luego no joda con las licencias y las inspecciones. Es evidente que esos regalos tiene una entraña corrupta porque persiguen un fin subalterno nada desinteresado. Relaciones públicas, les dicen los hipócritas.


En nuestras relaciones familiares, sin embargo, me queda claro que Katie Holmes ama a su hijita, a quien primorosamente ha regalado millones de euros en una casa de muñecas de tamaño natural con instalaciones eléctricas y sanitarias, abrigos de piel, un Mercedes para niños, entre otras pequeñeces. Y aun falta esperar lo que le regalará su padre, Tom Cruise, de quien firmemente se puede decir que también adora a la ñaña.

Todo sea por amor
Menos costosos pero igual de amorosos son los regalos que la mayoría de mortales hacen a sus hijos, que antes no pasaban de pelotas, autitos a pilas, muñecas inanimadas y algo de ropa. Hoy nuestra próspera sociedad regala tablets, smartphones, videojuegos, ropa de marca y juguetes tan sofisticados que el niño ya no juega sino mira cómo juega el juguete.

Con el mismo espíritu amoroso regalan los pobres, ropita de segunda mano en un festival de caridad, o llenar la vista viendo vitrinas, o ver la reventadera de fuegos artificiales ajenos a la media noche de Navidad. O no regalan nada, sufriendo en su fuero interno por no poder hacer felices a sus bellas criaturas. Pobre diablo, qué te queda, dales amor nomás.

Todos los casos mencionados tienen algunas cosas en común: Todos aman a sus hijos, no lo duden. Pero hay algo más que tienen en común: La Navidad Materialista ha persuadido a los corazones de los adultos de regalar para transmitir su amor. ¿Cuándo y cómo aprendimos esto? Fácil: Cuando chicos y esperando regalos.


Como decía Claudio Narea:
No en todas las casas cae la nieve.
Es decir, estamos perpetuando la cadena de la Navidad Materialista, con brillantes pretensiones sentimentales pero con malos resultados, malísimos. Porque seas Katie Holmes o una persona de ingresos medios o un pobre extremo, lo cierto que es que sin regalos no sabemos expresar amor. Por eso no se nos ocurre una Navidad sin regalos.

Esta trampa es muy difícil de evitar para quien quiere romper este círculo vicioso del condicionamiento de nuestros sentimientos al objeto material, eso también es cierto. Porque quien no da regalos en fechas anclas como la Navidad, cumpleaños, el día de la madre, día del padre, día del niño y muchas otras, es visto como un Grinch, un tacaño, un renegado o un antisocial.



¡El mejor regalo está allí!
¿Y ahora qué?

Mi recomendación no es fácil de seguir, pero tampoco imposible:  No dé regalos en fechas anclas sino en ocasiones libres, espontáneas e inesperadas, especialmente a niños. Esto les dará el mensaje claro de que el amor no está vinculado al regalo y es independiente de él. Ame todo el año con la misma intensidad inmaterial.

Diga a los niños y a los demás que su mejor regalo es su amor, a ver si acaso eso valoran los demás. Aunque no lo crea, eso hará que los niños y adultos se confronten con una pregunta incómoda pero indispensable: ¿Realmente valoro el amor de alguien que no me regala nada en Navidad?

Los niños, sin regalos pero con amor cristiano en Navidad y el resto de año aprenderán que el mayor regalo no es una tablet, un smartphone ni nada de eso, sino el amor de sus padres. ¿Es posible semejante utopía? Sí, si no nos rendimos.

Jesús de Nazaret:
Ignorado en su propia fiesta.
¿Cristiano?

En todo esto acabo de decir amor “cristiano”. La Navidad no son regalos pero tampoco es amor en un sentido tan abstracto ni general. Es cristiano. Nos hemos olvidado de cuál es el meollo de la Navidad: El nacimiento de Jesús de Nazaret, tal vez el personaje más olvidado por estos días.


Hace unos minutos he recibido un correo electrónico masivo de una linda amiga atea que nos desea una “navidad cálida junto a las personas más queridas”. Será el espíritu navideño que no necesita a Cristo, total, lo importante es el amor y la confraternidad familiar.


Antes Jesús era importante pero ¿quién necesita a Cristo cuando podemos amar sin él? Sólo necesitamos el espíritu navideño, no al dueño del santo. Y así, se me hace parecido a que en abril celebre el cumpleaños de mi hijo Claudio y de pronto lleguen a mi casa personas que no lo conocen ni a él ni a mí, pero que me dicen que lo importante no es Claudio sino pasarlo bien en compañía de la familia, todos juntos, no sólo mi familia y los amigos de mi hijo sino incluso quienes lo repudian.

¡Noche Buena!
En fin, tantas paradojas nuestras Navidades: la Navidad Cristiana, la Navidad Materialista, la Navidad Amorosa No-Cristiana, la Navidad Familiar entre otras que el espacio me impide abordar, como la Navidad Caritativa, la Navidad Intelectual, la Navidad Funny o la Navidad Porno.




Un ejemplo de indignación y acción.


No les deseo ninguna Feliz Navidad, no, la verdad es que no. ¿Saben qué estoy recordando? Estoy recordando cuando Jesús, sí, el cumpleañero, se indignó en los tiempos del sistema de ofrendas del templo judío, un sistema por el cual cada persona sacrificaba algo valioso suyo según su capacidad económica, fuera un costoso torillo o apenas un ave. Lo importante era regalar lo mejor, no a los amigos, sino a Dios.

Los comerciantes (o sea, los emprendedores y empresarios) usaron ingeniosamente ese sistema para hacer negocios, cuándo no, de tal forma que en temporada de ofrendas las cosas aumentaban de precio y hasta las ofrecían dentro del mismo templo. Un puterío comercial para un arreglo estrictamente espiritual. Igualito que Ripley, Falabella, Parque Arauco, Electra y similares. También es similar a los populares vendedores de cirios, velas, crucifijos, hábitos, sahumerios, turrones, quesadillas, comida y tantas chucherías en las procesiones. ¡Cueva de ladrones, de los grandes y de los chicos!


La reacción de Jesús fue echar a todos a palos y patadas, completamente consumido por su capacidad de indignación y de acción. Él, a diferencia de nosotros, no se preocupó por el qué dirán ni temió quedar como un cavernario antieconómico, enemigo de la prosperidad y del amor.


¡La familia!
¡A la mela!

Es difícil, muy difícil, mandar a la mierda a la Navidad Materialista o a la Navidad Amorosa-No-Cristiana o a las otras, distorsiones que todos conocen pero nadie denuncia ni actúa, como Juanito Alimaña.

Tal vez la Navidad se merece esta inundación de palabrería tan amorosa como consumista e hipócrita. Sí, tal vez lo merece con creces porque, finalmente, la Navidad también nació como producto de otra fiesta prostituida: Las Saturnales Romanas. Finalmente, el agua se equilibra sola.

Sí, así es el amor.