lunes, 2 de julio de 2012

¡Qué Paja!

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Los concursos de talentos eventualmente entretienen a muchas personas, pero también hacen que muchos se pregunten si tienen la capacidad suficiente para para emular a su artista favorito. Todos hemos cantado en la ducha o frente al espejo alguna canción, y de pronto algunos más audaces creen que pueden ser capaces de hacerlo tan bien como el original.

Sobre esta base, en todo el mundo los concursos de imitación de cantantes han tenido resonante éxito y, efectivamente, algunos imitadores han logrado performances verdaderamente maravillosas.

“Yo Soy” es la más reciente versión de esta exitosa franquicia, la cual se realiza actualmente en Perú. Ramiro Saavedra ganó la primera temporada imitando acertadamente a Kurt Cobain y ahora en la segunda temporada hay varios que pelean la victoria con diferentes personajes.

Marcos Díaz, Marco Bruno
o "Camilo Sesto" en "Yo Soy"
Uno de estos recientes imitadores se llama Marcos Díaz, conocido también como “Marco Bruno”, quien imita a Camilo Sesto, aparentemente desde hace ya buen tiempo. No sé, a mí no me parece que sea tan buen imitador, aunque su performance es muy sentida, muy emocionada.

Este pata me llamó la atención cuando lo vi hace unos días en YouTube porque se me hizo conocido. No sabía de dónde, pero en algún lugar ya lo había visto, lo conocía de algún lugar.

Debo haber visto ese video casi diez veces seguidas, sobre todo en entrevista, para poder recordarlo. Claro, él fue simpatizante de los testigos de Jehová hace más de quince años, tal vez unos veinte, cuando él era un adolescente y yo estaba en la universidad. Marcos es de la selva, todo coincidía, me hizo retroceder a tiempos y personajes que ya estaba olvidando.

Los testigos de Jehová tienen una alta rotación entre sus seguidores. Si conoces a los Testigos de hoy tal vez no conozcas a casi ninguno dentro de diez años, no porque se hayan muerto o mudado, sino porque son pocos los que aguantan ese régimen de vida por mucho tiempo y pronto caen en inactividad, son expulsados o renuncian como yo, ya sea porque sus circunstancias cambian o simplemente porque la experiencia en la vida les va cerrando el ciclo dentro de la congregación.

Recordando recuerdos.

Marcos era un adolescente quinceañero cuando llegó de la selva a Lima, no muy alto, delgado, achinado, trinchudo y muy ligeramente gago. Pero, si no me equivoco, sólo él en su familia se congregaba, iba sin compañía a estas reuniones religiosas. Esto no implicó problemas para él, se manejaba con gran independencia y entusiasmo y parece que en su casa nadie se oponía a esas juntas. Total, siempre es mejor que un muchacho de esa edad se junte con jóvenes religiosos y no con cualquier pandillero o vagabundo del barrio. Bien por Marquitos.

Él se juntaba con Omar, Manolito y sobre todo con Joel Gamarra, quien vino del norte del país. Andaban por aquí y por allá, predicando o simplemente paseando. Cuando uno tiene quince años tiene tiempo para todo, siempre y cuando no se descuide demasiado el colegio.

A veces es difícil determinar si un adolescente se congrega por verdadera convicción religiosa o si lo hace simplemente por espíritu de grupo, por juntarse con los amigos. Como sea, yo percibí que Marcos era básicamente sincero en su andar, no parecía de esos muchachos hipócritas que sólo fingen religiosidad para levantarse a una flaca o algo así. De sus amigos no tengo la misma certeza, especialmente de  Joel. Vaya uno a saber, pero de todos modos eran apenas unos chiquillos.

En esos tiempos el joven Kike Mendoza era “anciano” de congregación, que es un puesto similar al de “pastor” en las iglesias evangélicas. Yo ya tenía poco más de veinte años de edad y le acompañaba en todas las actividades posibles, en gran parte porque era mi mentor y principal maestro para introducirme en esa religión. Esta cercanía nos hizo muy amigos y frecuentemente Kike me contaba algunas cosas privadas que tenían que ver con la congregación, lo cual era una enorme confianza de su parte. Haciendo memoria, hay muchos comentarios jocosos y otros muy serios sobre las cosas que pasaban en esos tiempos.

No te corras, Marcos.

No sé si decir que lo de Marcos finalmente fue jocoso o muy serio, pero lo cierto es que un día dejó de asistir a las reuniones y se dijo que ya no predicaría con nosotros como cualquier Testigo, como ciertamente Marcos solía hacerlo.

Aún recuerdo que Kike y yo caminábamos entre la Trinidad y Chacra Ríos cuando surgió el tema de la desaparición de Marcos. Entonces él me contó que había dejado todo porque no supo dominar un hábito que los testigos de Jehová prohíben: La masturbación. O sea, lo sacaron por pajero.

Según Kike, Marcos les había contado en confianza a los ancianos (no sé cómo se le ocurrió contarles esto) que se masturbaba y que, pese a los esfuerzos por abandonarlo y pese a los consejos, exhortaciones y advertencias de los sabios, no lograba dejar de pajearse. ¡Pero es que era un chiquillo! Bueno, mientras Kike hablaba yo me preguntaba cómo alguien puede ponerse a conversar esas cosas suyas con otros, así, tan suelto de huesos, no entendía del todo, pese a que los ancianos dan toda la confianza para que uno afloje la lengua. Digo, para hablar.

¿Cómo se puede ser tan sincero?

Ahora que recuerdo, una vez yo le conté a Julio García, un amigo y colega contador del trabajo en Ace, que me casé virgen a los veinticuatro años. Esto por supuesto, siempre ha motivado sonrisas, burlas y sorpresa, todo junto, aunque esas reacciones ya no me sorprendían y más bien las esperaba. Yo me sentía un poco orgulloso de eso aunque todos los varones que me escucharan pensaran que era un perfecto imbécil. Por otra parte, las mujeres solían felicitarme con cierta penita. Pobechito el aguantadito.

Lo que me sacó de cuadro fue que, cuando le conté a Julio García esto, me respondió con la siguiente frase: “Pero no me negarás que antes de casarte al menos te jalabas tu pellejito”. ¿Qué se puede responder a eso?

“Claro pues Ronald, crees que soy huevón, cómo vas a aguantar tanto tiempo sin nada”. Lógica contable, sin duda. El asiento no cuadra así nomás.

O sea que tal vez yo no calificaba como virgen-virgen, después de todo. Ni Marcos ni yo. Bueno, tampoco era pajero-pajero porque lo mío no era “un hábito” en toda la extensión del término, al menos que yo me acuerde, y ya sabemos que el mito popular dice que la masturbación produce pelos en las manos, mala memoria y otras cosas que no recuerdo.

¿Cuándo el “de vez en cuando” se convierte en “hábito”? Sabrán los ancianos y otros iluminados, pero creo que a estas alturas la pregunta es extemporánea. Mi hijo debe estar en esos dilemas.

Leyendas urbanas
La nariz metida en ingle ajena.

Como sea, siempre me pareció que hay temas demasiado personales, íntimos, en los que las religiones no deberían meterse. Metiches los divinos. La sexualidad es un terreno en el cual cada uno tiene un espacio liberado, en el cual es imposible ejercer control sin terminar cometiendo intrusión. Son las cuatro paredes en las cuales nadie debe opinar, menos si se trata de menores de edad que además son hijos ajenos.

Pero vaya uno a decirle esto a los testigos de Jehová, que pontifican sobre todo tema imaginable. Educación, deportes, entretenimiento, medicina, turismo, vestimenta. Todo. En “La Atalaya”, “¡Despertad!” y otras publicaciones pueden ser exquisitos expertos no solo en masturbación sino también en sexo de pareja, ojo, no solo fuera sino dentro del matrimonio. ¿Vale de perrito, o el salto del tigre? No me acuerdo, pero al menos el sexo por aquí y por allá no vale. Prohibido significa que eventualmente puede ser sujeto de control y juicio a la pareja que lo practique, aun cuando estén debidamente casados. Es que lo consideran “pecado craso”. ¡No se lo digas a nadie, amorcito! Pero entre nos, otro Testigo, mi gran amigo Rafo Mendoza, me decía que el sexo oral es bueníiiiiiisimo. Agree!

O sea que lo de Marcos era una ridícula pequeñez. No me refiero a alguna parte suya sino a la masturbación. No importa si apenas era un muchacho con la más común de las exploraciones que todos hemos hecho. Era una cosa de lo más normal pero fue expectorado por eso. Es sucio, pecaminoso y así no se puede ser buen siervo de Dios. Caray, ni que no se lavara. Un completo abuso.

Me voy de aquí.

Marcos desapareció y de vez en cuando me acuerdo de él, explosivamente honesto, como cuando pensó en voz alta, solo conmigo a su lado, cuando algunos de sus amigos TJs le tomaban ácidamente el pelo desde lejos: “¡Bastardos!”

La juventud es así, no entiende de tiempos, de edades, de medias tintas ni prudencia. Entrega o quita todo. Y él se fue para no volver a verlo jamás, hasta ahora, pelucón y cantando como Camilo Sesto. Él, yo y muchos más, valgan verdades, fuimos una manga de religiosos vírgenes-pajeros, ahora todos con familia. Así es la vida, si les contara tantas historias que Marcos me ha hecho recordar.