martes, 21 de junio de 2011

No, no entiendo

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He recibido el siguiente texto publicitario en mi celular:

“¡Felicitaciones! ¡Ganaste 3 días GRATIS los secretos para que tu enamorado (a) nunca se aleje y estén juntos por siempre! Envía ETERNO al 430, luego S/. 0.49 x día”

Hasta ahora no entiendo la algarabía que este mensaje debería provocarme. ¿Se supone que quiero que mi pareja esté a mi lado para siempre? No sé, hay devociones que no entiendo, esa pasión enfermiza de los seres humanos por la eternidad, porque las cosas no se acaben nunca. Sobre todo no lo entiendo en el caso de relaciones de pareja, sabiendo que en la inmensa mayoría de los casos la pasión y el amor se cansan, se desgastan, se marchitan, se olvidan, para finalmente uno no saber cómo chucha se metió en esa trampa.

Por eso no me gustan las tortas.
Yo ya he escrito sobre el matrimonio y huelga decir que no creo en él, soy su detractor, pese a que estoy casado (o tal vez precisamente por eso) y no pienso divorciarme. Pero es que no es una cuestión personal, yo no voy a proponerles cosas simplemente en base a mis éxitos o fracasos personales. Mi pretensión es tratar de desmitificar las cosas, que nadie se imagine que será feliz así o asá.

La felicidad, el amor, la eternidad, son cosas bastante esotéricas, como creer en milagros, dioses y salvaciones. Con esto no quiero decir que no exista nada de eso, yo me he dejado llevar a veces por esas cositas y me he sentido muy bien. Pero tarde o temprano nos damos cuenta de que son apoyos mentales para hacer esta vida llevadera.

¡¡¡Ayyyyyyyyyyyy mi amor!!!
Este raro e histórico deseo de amor eterno ha hecho que algunos se casen haciendo promesas imposibles ante Dios y cuanto santo pueda pegotear el asunto. Otros acuden a brujos, chamanes, charlatanes y todo lo que el Occidente tradicional desprecia. Los más racionales y modernos van al psicólogo para que haga lo imposible, el milagrero disfrazado de científico. Aunque no lo parezca, yo respeto por igual a estos tres grupos de ilusos empedernidos, total, cada quien ve cómo gasta su plata.

Pero no puedo sentir eso que ellos sienten, simplemente no puedo, aunque admito –no sé si con orgullo- que yo también sentí eso ¡y más! en el pasado. Amé como jamás lo hice a Flor Salazar, la amé de manera irrepetible y aun me conmuevo al recordarlo; he amado a Ruth hasta el extremo de casarme con ella a menos de un año de iniciar mi relación con ella… ¡y sin estar embarazada! Lo paradójico es que después de dieciséis años quiero seguir casado con Ruth, o sea, no me entiendo ni a mí mismo, sufrí emocionalmente lo indecible cuando me separé de ella el 2010. ¿Alguien dijo miedo, amor, orgullo? Lo cierto es que no sé vivir sin Ruth y Claudio juntos.

Yo puedo ser un tipo contradictorio pero jamás (tan) falso. He hecho todo lo humanamente posible para ser feliz y hacer felices a los demás, especialmente a mi hijo y su madre, amándolos lo mejor que puedo pero sin respetarlos como debiera. Es que entiendo mejor el desamor que el amor, entiendo mejor el escepticismo que la convicción absoluta, entiendo mejor al crítico que al conforme. Ojo, los entiendo, no necesariamente los comparto, de lo contrario, no sería tan desamorado, escéptico ni crítico realmente.

Tal vez me dejaría entender mejor si, por ejemplo, les hablara de militarismo, de fútbol o de política. Ahí sí, casi todos somos ateos.

Asì es el fùtbol
Por ejemplo, nadie se explica que aquí en Perú haya tanta afición por un deporte que sólo nos da vergüenza tras vergüenza, sí, el fútbol, un deporte que –pese a sus grandes e innumerables fracasos y humillaciones- tiene el nefasto privilegio de que le construyan un estadio digno del primer mundo futbolístico y todos lo aplaudan, un estadio digno de países que realmente tienen algo de qué enorgullecerse en ese sentido. Además el fútbol tiene una cobertura periodística que sólo se explica porque hay gente ávida de consumir esa droga legal llamada fútbol peruano, una droga embrutecedora y adictiva como ninguna de las ilegales. O sea que los periodistas futbolísticos tienen, para mí, un parentesco ético y moral con los narcotraficantes y tabacaleros.

Los demás deportes peruanos tienen que ser campeones del mundo si quieren cuatro líneas en un diario de medio sol (US$ 0.18) y tienen que ser campeones olímpicos si desean quince segundos en cualquier programa televisivo o radial. Pero si además desean tener un lugar decente en el cual entrenarse deberán contar con chicas realmente deliciosas desde el punto de vista carnal, de otro modo, seguirán entrenando como leprosos precristianos. Como evidencia, pueden preguntarse qué mira la patriótica afición masculina cuando transmiten vóley. Yo miro eso y más. Otra posibilidad es que los varones de otros deportes se levanten un buen lomo televisivo, por ejemplo, actrices de teleseries populares. De otro modo, ni sueñen.

Esas son las devociones inexplicables, son nuestro amor, fe y esperanza en cosas no sólo intangibles sino irracionales.


RMP buscando fe
 Fue curioso ver la noche del último lunes a la racionalísima comentarista Rosa María Palacios tratar con sorna a quienes creen en ovnis siendo ella devota católica hasta el tuétano, cosa que, por supuesto, yo no critico ni me burlo (aunque a veces cedo a las ganas), pero muestra que probablemente todo se reduce al desprecio por lo ajeno. Si hay quienes rezan el rosario, hacen ayunos, dan diezmos, creen en vírgenes, etc., ¿por qué no puede haber quienes crean que puede haber vida en otros planetas o que la izquierda es capaz de hacer un buen gobierno?
En fin, no quiero ahondar tanto en las irracionalidades humanas hasta el punto de ya no saber de qué hablo ni adónde quiero llegar con este post.

Por favor, si alguien tiene amor, esperanza o fe en algo o alguien, que lo disfrute y responda a la publicidad del inicio. Pero tenga la bondad de admitir que, pensándolo bien, esas cosas no se piensan. Esto tal vez deba llevarnos a la conclusión más alarmante: El ser humano no se caracteriza por su racionalidad sino justamente por lo contrario. Pucha, quiero ser una ameba ¿o ya lo soy?

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