jueves, 10 de junio de 2010

No lo sospechaba y recién me doy cuenta (I y II)

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Desde hace un par de meses soy profesor de Contabilidad en Idat por las noches, aparte de continuar con mi trabajo habitual durante el día. Me ha quitado mucho tiempo para el blog pero me da más oportunidad de hacer algo que también me gusta mucho, aunque me agota.

En este tiempo Lourdes ya no representa tanto a la decencia, el Metropolitano nunca empezó, liberaron a Lori Berenson y un holandés mató a Stephanie Flores. Lo bueno es que el mundial ya comienza.

Disculpen si esta vez no comparto el orden de prioridades de la mayoría. Para mí, lo más impactante en estas semanas ha sido el accidente médico de Gustavo Cerati. ¿Por qué?

Hoy Cerati está mal y la generalidad de gente lo reconoce como el ex líder de Soda Stereo, allá en los 80. Si por eso fuera me importaría un pito. Los nostálgicos siempre encasillan a los ídolos de su adolescencia y les niegan la libertad de hacer cosas nuevas, obligándolos a las mismas canciones viejas y predecibles vez tras vez, año tras año, todo lo que les resta de vida. Ahí tienen a Raphael, a Palito Ortega, a Leo Dan y Los Enanitos Verdes.

A Cerati le reconozco, en sus inicios, el éxito masivo pero no calidad. Soda Stereo era increíblemente popular y aparentemente originales para quienes nunca habían sabido de The Cure. En fin, pura copionería en español. Peor aun, tenían canciones tan famosas como impresentables, como “Mi novia tiene bíceps”, verdadera antología a la estupidez y malísima musicalmente. Sin embargo, y justo al tiempo cuando dejaban de tener presencia en la radio, Soda empezó un giro creativo impresionante y logró el clímax, creo yo, en Dinamo, y sostuvo una excelente calidad aun hasta el final en Sueño Stereo y Confort y música para volar, en MTV. Allí convirtieron una basura en arte: “Un misil en mi placard”.

Paralelamente Cerati ya había hecho Colores Santos con Daniel Melero, un bombazo psicodélico cuyo estilo le acompañó tanto en las finales de Soda como en sus primeros solistas, cinco discos ya, aparte de otros proyectos paralelos.

Todo esto ha ocurrido fuera de las radios, lejos del ruido mundanal, lejos de los requerimientos y estándares de gente estúpida que cree estúpida a la gente.

Gracias por venir

Estuve con mi familia y unos amigos en San Marcos en abril para disfrutarlo y jamás sospechamos lo que un par de semanas después le ocurriría en Caracas, jamás sospechamos que probablemente esa sea la última vez que lo veremos como siempre lo conocimos.

Me han dado ganas de llorar y patearlo todo, no me di cuenta de cuánto quiero a Cerati hasta que esto ocurrió. Me he sentido perturbado como si se tratara de mi hermano o de mi madre, he sentido que una parte de mí se va e invariablemente me he preguntado por qué la gente chévere es la que nos deja, y es que él tenía desórdenes de conducta como cualquiera de nosotros pero de ninguna manera era un mal hombre, un inepto o un suicida.

Mi corazón saltaba –y mi cabeza estalla todavía- imaginando ese momento, me pregunté qué se siente, cómo se llega a eso, si eso no es cosa de ancianos pero resulta que tiene 50 y yo ni lo sospeché porque a los 50 uno se imagina a tipos acartonados y formales que sienten que ya es hora de quedar bien ante los demás.

No lo conozco personalmente y tampoco buscaría conocerlo. Su arte, es su arte lo que me sostuvo innumerables veces desde hace una cantidad de años que tampoco sospechaba, desde que dejó de hacer huevadas como Persiana Americana, hace muchos años ya, desde que refundó su arte y nuestras vidas, o al menos la mía.

No tenía idea de que ese era su impacto en mí hasta ese accidente que lo tendrá dormido por mucho tiempo. Vi sus imágenes en el avión rumbo a Buenos Aires y no pude evitarlo... era un cuerpo de luz corriendo en pleno cielo.


Pudo ser el dolor, el temor, la pasión, sugestión...

Me has acompañado en los momentos menos pensados y más sentidos, como el reencuentro entre caníbales con Blume, como las interminables noches extraviado en paseos inmorales, conociendo miradas que nunca más vi, como soñar despierto y dormido con la luz que no deja de pulsar, o sintiéndome capaz de todo, capaz de cosas imposibles, o recordando las chicas lindas que conocí como marea de Venus. He dejado El Camino y he tomado La Ruta. Y es diferente. El día pertenece al trabajo pero las noches son completamente nuestras.

¿Y qué más diré? ¿Que te admiro, que te quiero, que te amo? Lo digo como hombre, tal vez todo eso sea cierto y recién me doy cuenta, o tal vez así es el arte, demoledor, irresistible cuando tiene una química que ninguna otra cosa tiene. El arte vuelve héroe al artista y gladiador al mortal.

Digo que no quiero que te vayas nunca aunque sé que alguna vez te irás de nuestro lado y recién me doy cuenta, pero no te vayas aun, vete en veinticinco o treinta años más con las maletas bien hechas, no te vayas así, sin despedirte y a lo loco, no de nosotros, no es hora de bajarse de la nave aun, aun no, por favor.

Estoy detrás del corazón / moviéndolo lentamente

Sé que ahí estás, detrás de Gustavo dormido, me pregunto qué hay de ti ahí dentro, si estás viajando por el universo infinito, volando por lugares que sólo así se pueden ver, en otro mundo lleno, no de muerte, sino de una nueva vida intangible y fragante, estás levitando en un zona que no es vida ni muerte, que no es sueño ni realidad.

Quiero volar también a un mundo que no existe, donde la luna es roja y el mar es negro, donde las nubes se derriten cada noche mágica y las luces se quedan para siempre ante nuestros ojos, entre nieblas coloridas y luminosas, donde no tengo miedo ni pavor, donde no me estalla la cabeza y soy completamente libre, un ave de fuego ardiente y océanos burbujeantes, donde encuentro lo que nunca creí desear, donde está eso que todos queremos pero que nunca sospechamos, yo no lo sospeché. Ya sabes que esto se va a acabar aun después que la esperanza.

Tengo tiempo para saber / si lo que sueño concluye en algo

¿Quién no ha soñado el día de la muerte? Cada día más cerca, es inútil negarse a un delicioso beso fatal. No lo sospechaba y recién me doy cuenta.



Fotografía por Nora Lezano

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